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25 enero, 2024

Úbeda, sublime

Úbeda se localiza en el centro de la provincia de Jaén, sobre un alto cerro. Igual que Baeza, Sabiote o Iznatoraf. Es la capital de la comarca de Las Lomas. A Úbeda, le rodean extensiones de olivos y el valle del río Guadalquivir que nace en el Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas y que discurre casi en paralelo por la zona baja de la Sierra Mágina.


Úbeda es tan bonita de día como de noche. Su centro histórico ocupa una gran extensión del terreno. Si algo tiene Úbeda es la monumentalidad, porque el arte hecho piedra se manifiesta en cada calle, esquina o plazoleta. Pasear por el centro histórico de Úbeda es deleitarse con la vista. El arte, el ornamento y la arquitectura constituyen la esencia de la ciudad. Una arquitectura excepcional, renacentista o barroca, que ha perdurado durante siglos, porque la excelencia es intemporal. La impronta del arquitecto renacentista Andrés de Vandelvira está presente en la mayoría de edificios y en el entramado de la ciudad.


Sus recogidas plazas, como la de San Pedro, la de San Lorenzo o la del Marqués de la Rambla, acogen edificios monumentales como el Palacio de los Orozco o la iglesia de San Pedro, en la misma plaza de San Pedro o el Palacio de los Marqueses de la Rambla, en la plazoleta del mismo nombre. Aunque son plazas de dimensiones reducidas resultan igual de imponentes que las grandes plazas como la del 1 de Mayo con la bonita iglesia de San Pablo o la de Vázquez de Molina con los espectaculares edificios, como los del Palacio del Deán Ortega y la Sacra Capilla del Salvador.


En Úbeda, sus palacios casas solariegas, iglesias, fuentes, conventos o edificios civiles compiten para ser el mejor, el más armonioso, el más grande, el mejor ornamentado o el mejor situado. Cualquiera de esos edificios es apabullante por su belleza pétrea. En Úbeda, únicamente hacer el recorrido para ver su arquitectura religiosa, te puede llevar todo un día porque edificios religiosos hay muchos, tanto las situadas en la zona de intramuros, como las iglesias construidas en sus extramuros: la iglesia de San Miguel, la de San Pedro, la de San Lorenzo, la de Santa Clara, Santo Domingo, la de Santa María, la de San Pablo, la capilla del Salvador, la de la Santísima Trinidad, la de San Isidoro y la de San Nicolás y seguro que me dejo alguna.


Nuestro alojamiento estaba ubicado cerca de la plaza de Andalucía, en el meollo de Úbeda, al lado de la famosa calle Real. En los apartamentos Sol de Prior. En un bonito, limpio y cómodo apartamento con terraza en el que disfrutamos de tranquilidad y de la mejor ubicación posible para pasear a cualquier hora del día e ir como nos gustaba a la plaza de Santa Clara, a la del Ayuntamiento o a la del 1 de Mayo. Si íbamos a la plaza 1 de Mayo, aprovechamos para comprar dulces en la pastelería Doña Rosita. Si bajábamos por la calle Real era lógico llegar a cualquier lugar del centro histórico. Sin embargo, también disfrutamos de nuestros paseos por la calle Mesones y Obispo Cobos y acercarnos a ver exposiciones en el colosal centro cultural Hospital de Santiago, obra de Andrés de Vandelvira. Aquí se forjó un estilo renacentista propio que ha perdurado durante siglos.


Aconsejo visitar Úbeda y no sólo por su arquitectura. Es una ciudad animada, con vida en sus calles, bella, con buenos alojamientos y restaurantes (comimos muy bien, las dos veces que fuimos, en el restaurante El Zaguán y también en el restaurante Al Andalus). Como aliciente añadido Úbeda está muy bien situada, cerca de Baeza, de la Sierra Mágina y del Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas. 

11 enero, 2024

Villanueva de los Infantes, una ciudad real


Villanueva de los Infantes se sitúa en la provincia de Ciudad Real, en la comarca de Campo de Montiel. No está lejos de San Carlos del Valle, ni de Almagro. Aunque esta última localidad se halla en la comarca de Campo de Calatrava. Tampoco está lejos de las lagunas de Ruidera, cuenca hidrográfica del río Guadiana que tiene su nacimiento en dichas lagunas. De manera que si os alojáis en Villanueva de los Infantes, podéis hacer muchas excursiones por la zona.


Con seguridad la mejor estación para visitar Villanueva es la primavera, aunque en invierno también merece la pena. En esa estación, las llanuras de cereales, salpicadas por encinas, muestran tonalidades diferentes de color verde. Con el sol, reflejan un intenso color esmeralda.


Villanueva de los Infantes, tras la conquista del territorio por las órdenes militares de Santiago y Calatravas, fue repoblada por nobles cántabros. Llegaron a la zona no ellos sino también sus vasallos. Muchos de los edificios más grandes y espectaculares que se erigen en la población recuerdan a las típicas casonas cántabras, como la casa del Arco, la casa de Rueda, la casa de los Estudios, el palacio de Melgarejo, el palacio de los Ballesteros, la casa de la Pirra, la casa-cuartel de la Orden de Santiago o la famosa casa del Caballero del Verde Gabán (se dice que Cervantes escribió allí el capítulo XVIII de la segunda parte de El Quijote). Grandes portalones, con emblemas y blasones de los nobles (tienen contabilizados 261 blasones) daban paso a unos edificios de grandes dimensiones. Dado en esa zona no había problemas de espacio. Se podía construir sin límite porque lo que existía era un amplio territorio conquistado y prácticamente deshabitado. En 1359 fue villa independiente por el Infante Don Enrique de Aragón y le otorgaron la Carta Puebla en el siglo XV. El rey Alfonso le concedió un fuero especial. Era sede del Cabildo. Había un gran hospital y juzgados.


Llegamos a Villanueva una soleada mañana de invierno. Dejamos el coche en la plaza de la Fuente Vieja, cerca de la Iglesia del Corpus Christi y nos encaminamos por la calle Rey Juan Carlos I hasta la ​a​mplia plaza Mayor. Una plaza muy fotogénica, con soportales, que se halla presidida por una gran iglesia, la de San Andrés (en una cripta están los restos de Quevedo). Esta iglesia posee el órgano más grande de España (cedido por​ una iglesia de Inglaterra). Además, alberga varios edificios interesantes como el Ayuntamiento y la casa Rectoral. En uno de los lados de esta plaza, han colocado unas esculturas en metal que homenajean a Don Quijote de la Mancha y Sancho Panza.


Desde la plaza Mayor, por la calle Cervantes, nos acercamos hasta el antiguo mercado municipal, reconvertido en Oficina de Turismo y en Museo de Arte Contemporáneo. Un espacio chulo. Adecuado para exposiciones, por ejemplo de fotografía (justamente la exposición que visitamos). Mientras volvíamos por la calle Cervantes aprovechamos para comprar en la pastelería "la Providencia" los típicos dulces de allí, los alfonsinos.

No pudimos visitar la Alhóndiga (celebraban una boda en su interior) ni tampoco el espacio de los Silos porque estaba cerrado.


Como colofón final a este día tan fructífero e instructivo, comimos en uno de los restaurantes que mejor hemos comido de todo el viaje y quizás uno de los mejores en dónde he estado nunca, el restaurante La Gavilla. El espacio no es gran cosa, pero es agradable y reaprovechado. Cuelgan de sus paredes bonitas fotografías en blanco y negro. La comida fue de 12 sobre 10. Increíblemente sabrosa, ​creativa y muy especial. Pedimos una ensalada de aguacate con lascas de atún seco que estaba increíble, un lingote de cordero al horno que se deshacía en la boca y un pisto manchego de pimientos, tomate y coronado por un huevo. Los postres sublimes y el trato exquisito. Para volver. Te ganan por el estómago y por su simpatía y su honestidad. Lo dicho, uno de los mejores restaurantes.

 

Villanueva de los Infantes posee una arquitectura impactante. Se respira interés por el arte y por la cultura y, además, se come de maravilla. Imposible no pensar en regresar. Pasamos el día allí pero después de visitarla nos arrepentimos de no haber pernoctado en ella. Merece mucho más que la visita de un día. Merece que la conozcas a fondo, porque tiene mucho que ofrecer.