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20 junio, 2022

Linares de la Sierra, joya serrana

A pocos kilómetros de Aracena, se encuentra el pequeño pueblo de Linares de la Sierra. Un tesoro. Prácticamente a la misma distancia que de Aracena, pero en sentido contrario, se ubica Alájar. Otra pequeña joya de la Sierra norte de Huelva.


Linares de la Sierra se halla escondido en la ladera de una tupida montaña, entre encinas y grandes alcornoques. La frondosidad del bosque es tal que nos impide ver la tierra. Justo en la intersección de montañas por la que se forman barrancos y un pequeño valle, el valle de la Palma, discurre el arroyo Plamencia. Un pequeño riachuelo de aguas claras y limpias rodeado de una notable diversidad de vegetación, donde abundan los renacuajos y las ranas.



Linares de la Sierra está cuidado. El bonito empedrado de sus calles se llena de hierba en primavera.

El sonido del agua de la fuente nos atrae como moscas a la miel. La fuente es bonita y está justo al lado de la iglesia de San Juan Bautista, en la Plaza Juan Ramón Jimenez. Es una de las muchas fuentes que hay en esta pequeña localidad. A los pies de la trasera de esta iglesia y acoplada a la base de su muro o pared y aprovechando la estructura circular de la plazoleta, se encuentra la plaza de toros.



En busca de un camino para recorrer, bajamos por la calle Encina hasta la zona de los senderos y del arroyo Plamencia. Desde aquí parten las rutas que comunican esta pequeña población con Alájar o con Aracena. Hay varios recorridos entre ellos, los de la Molinilla o el de Los Madroneros. La ruta hacia Alájar transcurre paralela al riachuelo. Es un camino muy agradable de transitar. Es el que hicimos, aunque no en su totalidad.



No nos imaginábamos que Linares de la Sierra fuera tan sorprendente y bonito. Merece la pena visitarlo. Se trata de un pueblo tranquilo, con buenas vistas, muchos senderos o rutas, con alojamientos rurales y con buenos restaurantes, uno de ellos con estrella Michelin -Arrieros- y buenos y rústicos bares de tapas.

05 junio, 2022

Hita y el Libro del Buen Amor


Sobre los campos que rodean Hita, el sol teñía de naranja y albero la tierra. Era una tarde plácida de esas que invitan a una siesta. Nosotros, sin embargo, decidimos que era mejor conocer Hita. La temperatura era ideal, ni frío ni calor, y eso que era pleno invierno. Aparcamos en el parking señalizado que se sitúa a los pies de la entrada a Hita. La población se asienta sobre un cerro, con forma picuda o de cono.



Decidirnos a conocer Hita, fue una excelente idea. Es un lugar pequeño, recogido y peculiar. Con construcciones y elementos de época medieval. Un buen ejemplo son las casas-cuevas o bodegas que se excavaron en la colina en donde se asienta la población y de las que se conservan aún, una buena cantidad. En el pasado, muchas sirvieron de alojamiento o también de bodegas para conservar alimentos y vino. Visitarlas te sorprenderá.



Una pronunciada cuesta nos condujo hasta la entrada de la muralla. Muralla que fue mandada edificar en el siglo XV por orden del Marqués de Santillana. La muralla está desigualmente conservada. En algunos tramos se mantiene en pie, con sus torres de planta circular. De otros tramos, de la muralla, en cambio, solo quedan unas cuantas piedras.


De las cuatro entradas a la villa, únicamente se conserva muy restaurada y reconstruida la de la puerta principal, la denominada Puerta de Santa María. Desde ella, se entra en el recinto amurallado y se accede a la plaza principal, conocida como Plaza Mayor o del Arcipreste de Hita. En esta plaza, aún se conservan casas con sus bajos porticados, sostenidos por columnas de madera. Algunos edificios mantienen la mampostería a la vista. Ambos elementos, los bajos porticados y la mampostería, son típicos de la arquitectura popular de esta zona y también se pueden ver en Torija y en Brihuega.


En la plaza, verás escrito en algún muro o pared estrofas, cántigas o frases que aparecen en el Libro del Buen Amor, también conocido como el Libro del Arcipreste de Hita. De hecho, justo cuando traspasas la puerta de entrada han colocado un panel labrado en mármol con una cántiga del Libro del Buen Amor.


En Hita, se respiraba paz. Mientras deambulamos por las empinadas calles, llegamos al museo del Arcipreste de Hita, aunque estaba cerrado. En esas fechas, la pandemia había trastocado el aforo, la apertura y el horario de muchos museos e iglesias.



Cerca del museo, justo al lado, se encuentran las ruinas de la iglesia de San Pedro. El edificio fue destruido durante la guerra civil española. Un lugar singular y mágico. Unas cuantas paredes, arcos y bóvedas semidestruídas sirven de decorado o fondo para recordarnos los horrores de la guerra. Actualmente, estos peculiares restos acogen conciertos y otros actos culturales. Se le da utilidad y uso. Veo importantísimo conservar o acomodar los restos del patrimonio a fin de que puedan ayudarnos como memoria de nuestro pasado.


Mientras paseábamos por las calles de Hita, el silencio era sobrecogedor. Seguramente, la mayoría de personas sí estaban cumpliendo con el ritual de la siesta. Desde las ruinas de la Iglesia de San Pedro, seguimos el recorrido señalizado hasta la Iglesia de San Juan Bautista. Las mejores vistas del paisaje del valle del río Badiel, sin lugar a dudas, se obtienen desde la entrada a la Iglesia de San Juan Bautista (no pudimos entrar dado que estaba cerrada). Se trata de una visión panorámica y casi aérea del valle. Quedamos impresionados por las imágenes que se atisban del paisaje circundante. Puedes contemplar la belleza de los campos de cereales y a bandadas de pájaros planeando, con un vuelo acompasado y rítmico.


Fue, en definitiva, una tarde hermosa y armónica. Conservo un buen recuerdo de Hita.