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30 septiembre, 2019

Por qué Corfú

¿Por qué Corfú?. Es una isla griega pero, en principio,  no me atraía especialmente. Hasta que un día pensando en retornar a Grecia me dije y por qué no, Corfú. Así que, sin darle muchas vueltas, pusimos rumbo a Corfú.

Atravesamos prácticamente toda Grecia, en coche, dado que no fuimos en vuelo directo, sino vía Atenas.


En Igoumenitsa, nos embarcamos en el ferry que nos conduciría hasta Lefkimmi y de allí a nuestro primer destino en la isla: Paramonas. Elegimos concretamente esta área geográfica que se halla más al sur de la isla, por distintas razones. Una es que esta zona no está tan desarrollada turísticamente cómo otras partes de la isla. La distancia con Igoumenitsa es menor y el ferry tardaba menos. Además, teníamos muchas ganas de conocer el Lago Korisson, la bahía de Alonaki, las playas de Issos, Chalikounas y Gardenos y visitar uno de los pueblos más antiguos de Corfú: Chlomos. Por supuesto, todos estos lugares están cerca de Lefkimmi. A menos de 20 kilómetros, aproximadamente.


La carretera que atraviesa la isla y va desde el puerto de Lefkimmi a la ciudad de Corfú es una vía tortuosa a todos los niveles. No solamente por su anchura, que en algunos lugares es mínima, sino por que debes atravesar un buen número de pequeños, antiguos y bonitos pueblos del interior -Arygades, Agios Mattheos, Perivoli-, que quedan cortados irremediablemente por la carretera y que pierden, sobre todo en verano, parte de su tranquilidad. Atravesarlos, puede llegar a ser desesperante. En algunos tramos, la carretera es tan estrecha que no pueden circular dos coches en sentido contrario. Has de parar y dejar pasar y si viene un gran camión o autobús debes esperar a que hagan un montón de maniobras. Menos mal que, en cualquier circunstancia, la gente de Corfú es amable y simpática. 



La naturaleza en Corfú es mucho más rica de lo que me esperaba. Atesora una vegetación de una gran diversidad. En el campo, abundan flores y árboles de todo tipo y aunque el sur tiene fama de ser menos verde que el norte, a nosotros no nos lo pareció. La razón es que existe un sinfín de altos olivos y muchos árboles frutales: naranjos, limoneros, granados, melocotoneros, manzanos, algarrobos, cerezos, encinas y muchas higueras. 

       
        
        

                 
No obstante, entre todos los árboles destaca el ciprés. Alto y erguido. Salpica los montes de Corfú sin orden ni concierto. Aquí y allá. Rígido y majestuoso. Otra singularidad de la flora de Corfú es la cantidad de helechos que posee. Sin embargo, lo que nos pareció sorprendente, por no ser lo habitual, es que los espigados olivos se desparramasen por los acantilados hasta llegar al mar. Justo hasta la misma orilla. Algo, para nosotros, insólito.

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