Al llegar a Granada desde la AP7, lo primero que vislumbramos fue la espectacular vista de los picos con nieve de Sierra Nevada. El tiempo era plácido y también más caluroso de lo esperado para ser principios de diciembre.
El apartamento dónde nos alojamos -Domus Apartamentos- tenía un concierto con un parking cercano, por ello en todos los días que estuvimos en Granada, no tuvimos necesidad o ganas de coger el coche ni un solo día. El apartamento era tranquilo -pese a dar a una calle -, limpio y cómodo. Situado al lado del Real Monasterio de San Jerónimo, cerca de la Puerta de Elvira, de la calle Jerónimo, estaba a 10 minutos de la Catedral y muy cercano a la animada calle Carrera del Darro, Avenida de Colón y de la de Tablas. Desayunábamos en el apartamento, pero el resto de comidas las hacíamos fuera del alojamiento. En la calle San Juan de Dios, en Gran Capitán y en Tablas existen un buen número de cafeterías y panaderías donde comprar pan, bizcochos o cualquier otro tipo de bollería. Un gustazo.
Hacía muchos años que no visitaba Granada. La última vez, visité la Alhambra. En este último viaje, mi intención era ver otra Granada más callejera y popular. La que nos ofrece un sinfín de construcciones civiles y religiosas que enriquecen de muchas formas distintas la ciudad. Quizás uno de los aspectos más interesantes es la de perderse por el entramado de callejuelas en busca de los cármenes. Y por supuesto deambular sin rumbo por las pequeñas y laberínticas callejuelas del Albaicín. Allí se encuentran las panorámicas más bonitas de la Alhambra y de la ciudad nazarí. También, me pareció muy bonito acceder a las Torres Bermejas desde las callejuelas del barrio del Realejo.
Para mí, las mejores vistas a la Alhambra se obtienen desde la placeta del Comino o desde los jardines de la Casa del Chapiz. Cuando llegamos al famoso mirador de San Nicolás estaba atestado de gente. Imposible gozar de una buena y relajante visión. Así que buscamos alternativas a ese mirador.
Otro aspecto interesante de la ciudad es la de comer o tapear en alguno de los muchos establecimientos que inundan Granada. Comimos bien en la Bodega Castañeda de la calle Bodegoncillos, en Los Diamantes de la plaza Nueva, allí dos veces y en Sancho Original, en la calle Tablas. Sancho Original me gustó mucho. Aunque fue nuestro último día y no pudimos repetir. En este último lugar, degustamos unos de los mejores calamares a la romana que hemos probado nunca. Buen sabor, textura crujiente y ni una gota de aceite. Un auténtico manjar. En general, comimos bien, sobre todo las tapas eran buenas. Sin embargo, la masificación turística ha facilitado o conlleva que existan un tipo de establecimientos de comidas, que no aportan ningún valor a la ciudad y que no tienen nada que ver, con los bares o restaurantes de comida local de hace unos años. También, muchas de las tiendas de souvenir me parecieron un horror. Una banalidad que afea las fachadas.
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