Una de las excursiones más bonitas que se pueden hacer en primavera es la de recorrer el sendero circular del camino natural del Matarraña-Algars.
Nosotros lo hicimos desde la población de Arens de Lledó (Arenys de LLedó). Este pequeño pueblo se localiza en la comarca del Matarraña, en Teruel. En la zona más oriental de esta provincia. A 10 kilómetros se halla Horta de San Juan y a otros 10 kilómetros, en sentido contrario, el pueblo de Caseres, ambas forman parte de la Comarca de la Terra Alta. Ambas también son poblaciones de la provincia de Tarragona.
Arens de Lledó y el río Algars marcan la frontera entre Aragón y Cataluña. A esta zona se la conoce como: la Franja. De hecho hace de bisagra entre las dos comunidades, la aragonesa y la catalana.
En Arens de Lledó, las casas se acomodan a una pequeña elevación de terreno y mientras que a sus pies se halla el río Algars. Río que nace en Els Ports cerca de la cumbre del monte Caro. Este río riega y fertiliza su valle. La población es rústica y tranquila. Hay unos 205 residentes, durante casi todo el año, aunque en verano triplican este número. Aparcamos al lado de Lo Raig o Chorro, acequia que pasa por el pueblo y que riega parte de los huertos. Siguiendo la acequia, no lejos del núcleo urbano se puede caminar entre huertos y zonas arboladas sin ningún esfuerzo. Desde la zona de la huerta, accedimos a la PR-TE 167. Recorrimos el camino natural o pista del Matarraña-Algars. No obstante, la vuelta la hicimos por el otro margen o ribera del río. Pasamos por fértiles valles y barrancos de los que forman parte de las estribaciones de la sierra ibérica. Sin embargo, las montañas o cerros son de baja altura, como Les Planes. Cuando recorres esta pista pasas por el coll de Panolí y el coll de la Creu y por las masias de Corberà, Arenol y de García.
En las laderas de las montañas una masa tupida de pinos rodea el valle. En la vega baja están las higueras y los campos de olivos y almendros, entre los que se cultivan trigo y también uva garnacha para hacer el vino de esta demarcación. El paisaje es tan bonito que me venía a la mente unas líricas estrofas del poema de Machado: Caminante no hay camino, se hace camino al andar. Porque andar, caminar es lo que haces allí.
En mayo y junio los márgenes de la pista se llenan de flores y plantas: romero, siempreviva, manzanilla amarga, tomillo, rabo de gato, retama y zarzas. Puedes descubrir hasta amapolas. En la ribera del río puedes observar las mimbreras, los juncos y cañas. Como curiosidad añadida puedes avistar tortugas de agua y detectar alguna que otra escultura en hierro forjado escondida entre la maleza.
En verano, el verdor de la primavera queda relegado por los tonos amarillos y ocres del entorno. La frescura de la primavera deja paso al estío y hacer este sendero se hace mucho más dificultoso por el calor. Si embargo, en junio la paleta de verdes es muy variada y a primera hora de la mañana, una gran parte del recorrido se hace con sombra.
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