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Methana, descubriendo sus volcanes

Pasar de la brisa fresca de Lefkada al intenso calor del Golfo Sarónico no resulta muy atractivo, pero es lo que hicimos. Después de pasar 4 horas en coche y atravesar el Peloponeso arribamos a la península de Methana.


Methana casi parece una isla, su estrecho istmo así lo sugiere. Respira por tanto un aire isleño. Methana es vecina de las islas de Poros, Aegina y Agristi, pero su flora es mucho más diversa que en Poros, por ejemplo. Imagino que es debido a los componentes volcánicos del terreno.



Esta península se formó hace siglos por la eclosión de un gran volcán. Durante largos periodos de tiempo ha sufrido diversas erupciones de lava y piedras. De hecho, hay unas 30 calderas de volcanes y casi todas ellas accesibles todavía. Una de las panorámicas más bonitas de las cumbres picudas de los volcanes es la que se divisa desde el puerto o la playa del pueblo de Agios Georgios o de la de Agios Nikolaos, ambas localidades se hallan al norte de la península. Desde cerca del mar, los volcanes se ven imponentes.




Gracias a esa actividad volcánica la localidad fue famosa por sus aguas termales. Existe un abandonado balneario a la entrada de la ciudad. Sus aguas se filtran hacia el mar y tiñe sus alrededores de un azul celeste. Allí dónde más huele a azufre y sulfuro, se suelen bañar los que buscan las propiedades de este agua de manantial. 


Es fácil comprobar que Methana fue antiguamente un lugar turístico; así lo demuestra la cantidad de hoteles en estado de abandono total que se reparten por la franja litoral de la villa. Uno de ellos, de estilo Art-Decó, bien podría estar en Miami, al lado de cualquiera de los de Ocean Drive. 


Pese al insoportable calor húmedo y a la evidente dejadez de algunos edificios del litoral de la ciudad, Methana es encantadora, genuina y esencialmente griega. Su indudable sabor marino la hacen simpática. 

A pesar de ello, nuestra primera impresión fue la de exclamar: "dónde nos hemos metido". El calor y su apariencia descuidada nos desalentó. No obstante, con el paso de las horas y la llegada del atardecer y la brisa marina, nuestra primera impresión desapareció y pudimos disfrutar a tope de lo mucho que Methana ofrece al visitante. Ha sido un seductor descubrimiento. Cuando abres la mente, Methana te colma de vida.

            

     

             

Los atardeceres y los amaneceres eran intensos y rojizos. Los rayos oblicuos teñían el mar de dorado y cobrizo. Todo era hermoso. Desde nuestro balcón del alojamiento Akti Methana las vistas del amanecer eran únicas. Completamente distintas cada día.


Por las mañanas, el calor acechaba y buscábamos las mejores sombras cerca del refrescante mar. Por las tardes, cuando el sol empezaba a declinar, realizábamos las excursiones que necesitaban más esfuerzo: largas caminatas y la subida a los volcanes. Una de las mejores fue la de la caldera del volcán, Kameni Chora. Eso sí, para caminar por los senderos habilitados hay que ir bien calzado, sobre todo si quieres llegar a la cumbre de la caldera y no resbalar. Por las noches, paseábamos por el frente marino y nos sentábamos a tomar una cerveza.




Los pueblos y pequeños núcleos urbanos del interior de Methana están particularmente cuidados y limpios. De cualquier forma, vale la pena ir al interior de Methana y contemplar su rica flora. La conjunción entre la fértil tierra volcánica, la brisa y el rocío del mar dan una naturaleza exuberante y generosa. En verano, la vegetación se mantiene verde. Así que, nos imaginamos que en Primavera debe ser una sinfonía de colores, olores y flores de todo tipo. De hecho, en Methana se reúnen 12 especies diferentes de orquídeas. Algo inaudito. Algunas de estas orquídeas son endémicas de la zona.


Tampoco hay que perderse la playa de Paleokastro y el puerto de Vathi, al sur. Se come de maravilla en las tabernas y restaurantes de esta zona alrededor de Vathi. Aunque allí las playas no son de arena, el agua está tan limpia que te sorprende su transparencia. 
Methana no cuenta con playas como la de Milos en Lefkada o la de Simos beach en la isla de Elafonisos o Falasarna en Creta. Son playas rocosas, con piedras oscuras de color hierro oxidado, que oscurecen su rico fondo marino. No son playas de fácil acceso, en algunas para penetrar al agua simplemente colocan una escalerilla. Tampoco son playas panorámicas y extensas de arena dorada, pero nos fascinaron y nos lo pasamos muy bien. Tanto como para volver otra vez a Methana, otro año. No sé cuando, porque se nos acumulan los sitios que queremos conocer de Grecia.

2 comentarios:

Raúl dijo...

Muy bonito lugar. El azul celeste que comentas me recuerda mucho al de la Laguna Azul en Islandia, estuve y creo que era el sílice lo que le daba ese color. Saludos viajeros.

CarmeLa dijo...

Hola, Raúl
Gracias por comentar. Se agradece.

La verdad no sé la composisicón del agua termal del antiguo balneario de Methana. Ni la razón de su color celeste claro. Allí me dijeron que ese agua contenía azufre y sulfuro. Tenía un olor característico. Un olor muy leve a huevos podridos, pero no molestaba. Al final, nos resultaba agradable y todo. Olía más fuerte la fuente de los baños de Pausanias, que estaban cerca de la pequeña población de Agios Nikolaos.
Saludos cordiales