El hotel ha realizado una respetuosa restauración y adecuación de un magnífico edifico del siglo XVIII. Ha mantenido la fachada y ha reformado por completo el interior del recinto. El diseño del hotel respeta en todo momento la estructura del antiguo edificio.
Cada habitación cuenta con una decoración distinta. Ambientadas en temáticas diferentes como la música, la arquitectura, la pintura, la escultura, el diseño, los vídeo juegos, el teatro, los azulejos, la fotografía o el cine.
Nosotros nos alojamos en una de las habitaciones de la primera planta. Desde el balcón, veíamos perfectamente la animada y divertida plaza del Conselheiro Silva Torres, con el Chafariz en medio. Al estar en invierno, no tenía la animación habitual, pero aún así es un lugar con mucha vida.
El tema decorativo de nuestra habitación era la música clásica. Todo un acierto, por la decoración relajante y también por las atractivas vistas que se veían desde el balcón.
Nuestra habitación era confortable, grande y relajante. Se oían las campanas de la iglesia vecina, aunque por la noche dejaban de sonar. El lavabo ultra moderno, con vídrio matizado y decorado con pentágonos musicales, aunque con tanto cristal se perdía un poco la intimidad.
El desayuno era muy bueno, con zumo natural de naranja y mermeladas caseras. Se sirve en la planta baja, en el comedor del restaurante. Unas grandes cristaleras llenan de luz ese espacio.
Otro de los bonitos espacios del hotel es la estancia dedicada a la cata de vinos. Merece la pena disfrutar de él.
El único inconveniente que tuvimos durante nuestra estancia allí fue que el spa estaba cerrado. La razón del cierre es que el edificio utiliza paneles solares para calentar el agua de la piscina y al estar en pleno invierno y llover abundantemente los paneles solares no daban el suficiente calor al agua del spa para que rindiese al 100%. Todo lo demás fue perfecto.
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