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Elea o Elia

Después de pasar el día en la playa de Tigania beach, nos acercamos hasta la pequeña población de Elea o Elia -lo he visto escrito de las dos formas-. Más que un pequeño pueblo griego; es un sencillo y agradable puerto. La gente aprovechaba la calma del mar para bañarse apaciblemente en su tranquilo puerto.



En paralelo al mar y al rompeolas hay un pequeño paseo. Cerca de este rompeolas se puede ver la silueta de una pequeña capilla. Un lugar con encanto en el que el tiempo se vuelve perezoso y parece deslizarse más lentamente, poco a poco y sin hacer ruido.


Llegamos al puerto antes de que el sol se ocultase por el horizonte. Los reflejos naranjas y dorados del atardecer se reflejaban en el mar tiñéndolo por completo. Desde allí, veías llegar al puerto las pequeñas embarcaciones de pesca.


Hacia calor, pero cuando cayó la noche bajó un poco la temperatura y se transformó en una noche agradable, sobre todo para pasear tranquilamente o para cenar al aire libre.


A cualquier hora del día, Elea se convierte, a los ojos de los viajeros, en un lugar entrañable, familiar y calmado. Los niños juegan y se rien, aunque no gritan. Las familias y amigos conversan relajadamente mientras sostienen en una de sus manos un dulce frappé. Por eso, no hay barullo estridente y puedes oír sonidos del mar, de las risas, de las cigarras y el leve y rítmico chapoteo de las barcas al llegar a puerto.

Elea cuenta con cafeterías, tabernas, bares y buenos restaurantes de comida griega o de pescado. Nosotros cenamos muy bien en un restaurante del puerto, cara al mar y a la luz de las velas. Mientras, contemplábamos la oscuridad de la noche, salpicada  por las pequeñas y parpadeantes luces de las farolas del paseo.

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