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Elea Mare Hotel, en Laconia


La primera impresión al llegar al hotel Elea Mare fue de sorpresa porque no nos imaginábamos que estuviera tan cerca del mar. Esta primera sorpresa agradable compensaba el largo viaje desde Atenas hasta el hotel.


El recibimiento por parte de Greg, el encargado de la gestión del hotel, no pudo ser mejor. La dirección del hotel es familiar. Los trámites de entrada y la organización del funcionamiento del hotel lo gestiona, rápida y eficazmente, el simpático y amable hijo del dueño.


La habitación del hotel es amplia y espaciosa, pero muy sencilla y sin ningún tipo de lujos. El verdadero lujo consiste en poder disfrutar de unas vistas increíbles al mar y a la costa.

Los desayunos se sirven en una gran terraza con vistas, como no,  al mar. El zumo de naranja es natural y se agradece. Esta zona de Laconia es rica en naranjas, olivas y uvas. Así que puedes disfrutar de estupendos zumos, de un excelente aceite y de un aromático vino blanco.
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Los alrededores del hotel son genuinamente rurales. Recomendables para las personas que buscan experiencias naturales. No apto para aquellos que buscan grandes lujos y sofisticaciones. El verdadero lujo es su ubicación. Perfecta para vivir una experiencia griega y disfrutar de un entorno sencillo y rural a orillas de un mar limpio y transparente.


El hotel es perfecto para descansar y para hacer excursiones. A la derecha del hotel se encuentra la pequeña y recogida playa de Viandini. A la izquierda, a un poco más de 1 kilómetro, la hermosa playa de Tigania beach. Playa, larga de arena tostada que detenta bandera azul.

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Al sur se encuentra la isla de Elafonisis y la de Citera. Puedes llegar a estas dos islas desde Neapolis o desde Pounta. También, desde la excelente ubicación del hotel puedes desplazarte a Monemvasia.


Es un hotel agradable. Ideal para desconectar, porque el único sonido que puedes oír es la suave batida del agua del mar al golpear la costa. Un sonido que te acompaña y seduce.


Los bellos atardeceres que se pueden contemplar desde la terraza de la habitación animan a tomar fotos para inmortalizar un momento tan mágico como el de la puesta del sol. Algo que no puedes hacer si vives en una ciudad de altos edificios y estrechas calles.

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