La legendaria Mistras es una villa fuertemente fortificada. Yace edificada en las laderas y en la cima de una montaña y a sus pies, se extiende el valle de
Esparta. Justo en la cima, presidiendo el conjunto y en el lugar más
estratégico, se construyó el castillo, palacio o kastro.
Los edificios de la ciudad de
Mistras que se mantienen en pie y las ruinas, son de tal magnitud que es fácil
hacerse una idea de cómo debía ser la ciudad en su época de mayor esplendor. Llegaron a vivir 42.000 personas en ella, repartidas entre el recinto y en los extramuros. Recorrer las estrechas callejuelas y las rampas que conducen
de una iglesia o a un edificio facilita la compresión de cómo se vivió
allí.
El lugar arqueológico de Mistras
se vislumbra ya desde la lejanía. De hecho, cuando llegas en coche hasta la nueva ciudad
de Mistras se divisa, desde la misma carretera, la colina con los edificios y
construcciones de la antigua ciudad franca y más tarde bizantina de Mistras.
Fue fundada en 1249 por Guillermo
de Villehardouin, príncipe franco de Acaya que erigió la fortaleza o kastro (también la ciudad de Monemvasia y Tigani).
En 1460 fue conquistada por
los turcos. En el siglo XVII y principios del siglo XVIII perteneció a Venecia.
A finales del siglo XVIII, vuelve a caer en manos turcas y más tarde es
arrasada por los albaneses. Finalmente, la ciudad fue abandonada,
definitivamente, en el siglo XIX.
Actualmente, el único edificio habitado
allí es el Monasterio de Pandánassa. En él viven unas monjas. Resulta inaudito
que una extensión tan grande de construcciones se abandonasen de la noche a la
mañana.
La historia de Mistras es apasionante y el estado de conservación del emplazamiento asombroso.
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