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Zamora, el embrujo

Lo poco que conocía de Zamora estaba relacionado con lo que había estudiado en la carrera sobre Arte Románico. Antes de iniciar nuestro viaje, tampoco habíamos buscado información complementaría sobre la ciudad. Desconocíamos las peculiaridades de la ciudad o los lugares más interesantes para visitar (aparte, claro está, de su famosa Catedral). Así que, llegamos a Zamora sin saber prácticamente nada de ella.


Sólo habíamos oído hablar de la calidad excepcional de las mantas zamoranas y, sobre todo, de su extraordinario queso de oveja, con denominación de origen. También, conocíamos el dicho de "no se ganó Zamora en una hora". Zamora finalmente ha sido una sorpresa viajera tan satisfactoria cómo para repetir otra vez.


Reconozco mi incultura sobre la ciudad. Algo imperdonable porque Zamora es preciosa. Está cuidada. Es agradable para pasear. Tiene un buen ambiente en sus calles y una arquitectura original y bien conservada.
Su localización es estratégica, cercana a la antigua Vía de la Plata Romana, al Camino de Santiago y a Portugal.


El río Duero discurre a los pies de la ciudad. Desde el Puente de Piedra del siglo XII, se obtiene una de las mejores imágenes de Zamora. Pueden observarse perfectamente sus murallas y la construcción de la ciudad siguiendo la forma inclinada de la colina.



Zamora es conocida sobre todo por sus iglesias románicas aunque dispone, además, de una gran cantidad de edificios singulares en estilo Modernista. Estos edificios fueron sufragados por los mecenas de la ciudad y construidos entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX.


Por ejemplo, en la calle peatonal Santa Clara existen una amplia variedad inmuebles edificados en ese estilo. Como la Casa de Valentín Matilla, el edificio del Casino, la Casa de Francisco Antón o la Casa de Félix Galarza, entre otros muchos.

  

Por si eso fuera poco, Zamora atesora interesantes museos, teatros, un bonito Parador de Turismo y un castillo medieval, con foso y todo.

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