No me imagino visitar la isla en otra temporada que no sea Primavera. Supongo, eso sí, que Otoño también debe ser una estación realmente interesante.
Entre colinas y montes, los valles y llanuras de la isla se hallan cultivadas en forma de explotaciones rurales autosuficientes y siempre de carácter familiar.
En las áreas rurales, las casas de tejado plano recogen el agua de la lluvia. En Ibiza se advierte claramente de la importancia del mantenimiento de las aguas subterráneas y de los pozos, tanto para el consumo humano como para abastecer a los cultivos.
Las lluvias invernales dejan un rico paisaje verde sembrado de plantas aromáticas, hierbas medicinales, cuidados campos de labranza y multitud de flores multicolores. Este apogeo de la naturaleza se aprecia sobre todo a finales de abril y durante todo mayo.
En líneas generales, el norte está menos urbanizado que el sur de la isla. Por la zona de Portinatx se conservan grandes áreas de bosques silvestres, unos de los más frondosos de toda la isla.
Ibiza no tiene picos muy elevados, pero no es una isla llana. De norte a sur y de este a oeste una serie de sierras la cruzan. Entre ellas, la Serra Grossa, Serra des Fontanelles, Serra de sa Mala Costa. Las cimas no suelen ser muy altas. En Serra Grossa, el pico más alto mide 398 metros de altura. En el centro de la isla, el pico Puig Gros no sobrepasa los 419 metros de altura o más al sur, en Sa Talaia, el máximo es de 476 metros de altura.
Dado nuestro gusto por el campo, no nos cansábamos de admirar el paisaje rural ibicenco. De hecho, desde nuestro alojamiento podíamos contemplar el valle de Sant Llorenç de Balàfia, los montes cercanos y un trocito de mar al fondo. Una panorámica de lo más relajante y, por supuesto, difícil de olvidar.
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