Después de nuestra grata experiencia cretense, quisimos seguir con el periplo griego.
Un nombre que remite a un espacio geográfico surgió con fuerza en mi cabeza: Peloponeso.
Una península fascinante, de contrastes sorprendentes y con un rico pasado histórico y cultural, ¿quién no ha oído hablar o leído algo sobre Micenas, Epidauro, Esparta, Olimpia, Corintio y la misteriosa Mistras? Nombres de lugares o personajes legendarios como Menelao y Leónidas, hechos que nos evocan históricas antiguas, mitos y leyendas...
Cuando inicié la búsqueda de información sobre mi nuevo destino, enseguida vi que debía concretar la zona que quería conocer. El Peloponeso es una península grande y muy montañosa. Por ejemplo, la cadena montañosa del Taigetos -Taygetos-, que marca y divide el fértil valle de Esparta o del Eurotas del mar, posee más de 100 kilómetros de largo desde su comienzo hasta su finalización en el cabo Matapan o cabo Tenairo.
Mi idea era llegar hasta Esparta, en Laconia, y conocer distintos desfiladeros que abundan por la zona del Taigetos y sobre todo visitar Mistras. Desde Laconia pasar a Kardamili en Messenia, para más tarde acercarnos hasta la Península de Mani. Y justamente eso es lo que hicimos.
Lo ideal hubiera sido llegar hasta Kalamata en vuelo directo, pero debido a la dificultad de las conexiones aéreas, tuvimos que ir a Atenas, alquilar un coche y del aeropuerto llegar hasta Xirokambi, localidad escogida para pasar unos días en el valle de Esparta.
La autopista que te lleva hasta Esparta, pasando por Tripoli es la E94 que se coge al salir del aeropuerto, en Elefsina. Se trata de una autopista nueva, bien señalizada y, a nuestro parecer, bastante económica, para el precio que están las autopista en mi país.
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