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22 noviembre 2024

Olhão, olor y sabor a mar


Dudé mucho entre alojarme en Faro o en Olhão, pero finalmente opté por pasar unos días en Olhão ya que mi intención era sobre todo conocer esa zona del Parque Natural da Ria Formosa y en concreto las islas de Armona y Culebra.


Acerté mucho con la localización del alojamiento, Casa do Poço, aunque no con la habitación reservada. No sabía que no tenía ventana, aunque sí dos claraboyas, pero no es lo mismo. También desconocía que la habitación fuese tan pequeña. Sin embargo, nos gustó la cocina común de nuestro hospedaje e igualmente su ubicación cercana a la estación del tren y a dos pasos de la céntrica Avenida da República. De hecho, cada día íbamos a desayunar a cualquiera de las cafeterías situadas a lo largo de la Avenida da República. Después de desayunar sólo había que seguir la avenida hasta llegar al mar. Antes solíamos efectuar una parada para comprar pastas, dulces o saladas o bolinhos de queijo, en la Padaria Algarvía (panadería) o en la Padaria Pastelaria Delícia de Olhão (panadería pastelería). Para llegar hasta ellas bien, cogíamos la rua Vasco de Gama o bien íbamos por la rua Comércio. Después, ya podíamos pasear tranquilos a coger el ferry que nos llevaría a la ilha de Armona o sencillamente deambulamos a lo largo del paseo dónde se halla el Mercado de Olhão. Mercados separado por dos construcciones en ladrillo rojo. Uno, donde se vende marisco y pescado de la zona; el otro, donde se vende verdura, fruta, queso, miel, carne y embutidos.

 



Este paseo a pie de mar conduce hasta la zona de los ferries y en sentido contrario al centro comercial Marina Ria Center. Intentábamos ir sobre todo a primera hora de la mañana o al atardecer porque eran las horas que el paseo está más tranquilo. Deambulamos sin rumbo por esa zona y más tarde nos sentarnos en cualquier bar, cercano al mercado, a tomar una cerveza fresquita observando el trajín de las embarcaciones que pasan por allí o simplemente observar a la gente cruzar delante nuestro. Además, siempre era una sorpresa ver cómo las mareas transformaban el paisaje marino y cómo las rocas iban apareciendo con la marea baja.


En nuestra visita a finales de septiembre a Olhão no había muchos turistas, aunque sí venía gente de otras localidades a coger el ferry allí, pero no estaba demasiado masificado. Se podía pasear tranquilamente y también ver a los locales vivir su día a día. Lo cual resultaba bastante relajado.


Volvería a ir a Olhão con los ojos cerrados. Fue una experiencia maravillosa en todos los sentidos. Me gustó su aire marino y su ambiente calmado. Sus estrechas calles adoquinadas por donde seguimos el itinerario fijado de la Rota das Lendas (Ruta de las Leyendas). Por las calles laberínticas del centro encuentras unas esculturas que explican las leyendas o relatos del lugar como: la gran escultura de Lenda do Arraúl, o la de Floripes (cerca del Mercado), o la de Menino de olhos grandes (una escultura que impresiona por el realismo del niño y sus hipnóticos ojos), entre otras.


En todo caso, siempre es un gustazo ir a Portugal y ¡qué bien se come en Olhão! ¡Qué bien se come en Portugal, en general! Deseo con todas mis fuerzas que sigan así y no sucumban a la comida rápida y anodina que encuentras en cualquier otro lugar. De hecho, nosotros comimos muy bien, al estilo portugués, en Loulé en el restaurante Flor da Praça. En Olhão fuimos al restaurante Terra i Mar, (salimos del restaurante muy satisfechos con la comida, acertamos) y al Petiscaes (restaurante asociado al alojamientro Casa do Poço). En la población de Fuseta, decidimos comer en el clásico y popular  restaurante portugués À do Rui. En À do Rui tardaron mucho en servirnos, más de media, porque estaba muy lleno, a tope, pero comimos estupendamente a un precio razonable. 

 

09 noviembre 2024

Rabat, en Malta


Pese a la apabullante espectacularidad de La Valletta, mi lugar preferido en Malta es, sin dudarlo, Rabat y Mdina. Y ello a pesar de que fue pura casualidad que escogiera Rabat para alojarnos. Lo elegí porque quería una estancia cercana al norte y a la playa Golden Bay y también porque nuestro siguiente alojamiento estaría en el sur, en Marsalokk. De esta forma, era más fácil abarcar todo lo que queríamos visitar. Posteriormente, ya en Malta, nos dimos cuenta de la dificultad que conlleva circular por el diminuto país. Malta es una isla pequeña y muy poblada, repleta de carreteras estrechas que atraviesan pequeños o grandes núcleos urbanos. El único trazado sencillo y sin apenas complicaciones es el acceso al aeropuerto. Está bien señalizado y la carretera es una autovía donde se puede circular a más de 60 kilómetros hora. En la mayoría de carreteras de la isla el límite es de 50 km/h y en no pocos tramos de 30 kilómetros hora.


Nuestro alojamiento en Rabat estaba situado en una callejuela peatonal de la zona centro de la ciudad. Un pequeño hotel, el Adelphi Boutique, con pocas habitaciones. La que nos correspondió era grande, confortable, con terraza con buenas vistas, una gran cama y un sofá para relajarse. La televisión era enorme, con muchos canales internacionales, sobre todo italianos (supongo que por su cercanía a Sicilia). La decoración, peculiar. Los desayunos, muy completos. Repetiría sin dudar el mismo alojamiento, sobre todo por su ubicación relajante, céntrica, bonita y también por la amabilidad de la gerencia.


La localización de este hotel era la ideal para nosotros, cerca de la Iglesia Parroquial de San Pablo (il-Kolleġġjata u Proto-Parroċċa ta' San Pawl), de las Catacumbas de San Pablo, de la Domus Romana, de la IMdina, de buenos comercios y de los mejores bares y restaurantes de Rabat. Asimismo, me volvería a alojar en Rabat sin dudarlo ni un momento. Me gustó el ambiente de sus calles, lo tranquila que es por las noches, la limpieza existente en la población. También el hecho que sea una ciudad “de verdad”, donde se puede apreciar la vida cotidiana de los malteses, llevando a los niños al colegio y comprando en panaderías de toda la vida (como en la Falzon bakery) o en las farmacias o supermercados. Sí, la visitan muchos autocares sobre todo para ver la ciudad fortaleza de Mdina (Imdina), pero los autocares se van por la tarde y la población vuelve a la calma.


El entramado de calles del centro de Rabat recuerda a las pequeñas ciudades del litoral mediterráneo de Italia, Grecia o España, y también a las del norte de África. Un entramado medieval, laberíntico, con pequeñas casas en piedra beig y ocre con patios ajardinados. Si uno no tiene buena orientación, resulta sencillo perderse. Aunque eso es precisamente una de las mejores cosas que puedes hacer para ver como es la auténtica vida allí. Con todo, el turismo, y lo que conlleva el turismo, ha desplazado del centro de Rabat a muchos de sus antiguos habitantes, que han optado por alejarse a la periferia.


Hay mucho que ver y hacer en Rabat. Por ejemplo, visitar las Catacumbas de San Pablo y la Iglesia de San Pablo. Deambular por su centro histórico para poder apreciar su arquitectura maltesa, las bonitas puertas de colores, las calles decoradas con macetas, las aldabas de las puertas (que siempre constituían una sorpresa), esos coloristas balcones o adentrarse en la Domus Romana.


Otro de los aciertos de alojarse en Rabat es su cercanía a la hermosa Mdina. Mdina es increíblemente bonita y, en la que viven cerca de 70 personas, Rabat es más de mi gusto, más sencilla, cotidiana, con más ambiente callejero. Sobre todo, si buscas alojarte en una ciudad auténtica. Llena de vida en sus calles, con comercios, escuelas, farmacias, panaderías, librerías, cafeterías, bares y restaurantes. Además, como aliciente añadido, muy cerca de Rabat se encuentra la magnífica playa Golden Bay.


A pesar de estar alojados en Rabat y después en Marsalokk, fuimos dos días a diferentes horas a La Valletta. En ambas ocasiones, llegamos en góndola desde Il'Birgu dado que era mucho más sencillo aparcar el coche en Il'Birgu (la Vitoriosa) que en la Valletta. La arquitectura y el espacio geografico de las tres ciudades (Il'Birgu, ​I​l Kalkara y Bormla) y la Valletta es sencillamente abrumador. Impactante.