Buscar este blog

11 enero, 2024

Villanueva de los Infantes, una ciudad real


Villanueva de los Infantes se sitúa en la provincia de Ciudad Real, en la comarca de Campo de Montiel. No está lejos de San Carlos del Valle, ni de Almagro. Aunque esta última localidad se halla en la comarca de Campo de Calatrava. Tampoco está lejos de las lagunas de Ruidera, cuenca hidrográfica del río Guadiana que tiene su nacimiento en dichas lagunas. De manera que si os alojáis en Villanueva de los Infantes, podéis hacer muchas excursiones por la zona.


Con seguridad la mejor estación para visitar Villanueva es la primavera, aunque en invierno también merece la pena. En esa estación, las llanuras de cereales, salpicadas por encinas, muestran tonalidades diferentes de color verde. Con el sol, reflejan un intenso color esmeralda.


Villanueva de los Infantes, tras la conquista del territorio por las órdenes militares de Santiago y Calatravas, fue repoblada por nobles cántabros. Llegaron a la zona no ellos sino también sus vasallos. Muchos de los edificios más grandes y espectaculares que se erigen en la población recuerdan a las típicas casonas cántabras, como la casa del Arco, la casa de Rueda, la casa de los Estudios, el palacio de Melgarejo, el palacio de los Ballesteros, la casa de la Pirra, la casa-cuartel de la Orden de Santiago o la famosa casa del Caballero del Verde Gabán (se dice que Cervantes escribió allí el capítulo XVIII de la segunda parte de El Quijote). Grandes portalones, con emblemas y blasones de los nobles (tienen contabilizados 261 blasones) daban paso a unos edificios de grandes dimensiones. Dado en esa zona no había problemas de espacio. Se podía construir sin límite porque lo que existía era un amplio territorio conquistado y prácticamente deshabitado. En 1359 fue villa independiente por el Infante Don Enrique de Aragón y le otorgaron la Carta Puebla en el siglo XV. El rey Alfonso le concedió un fuero especial. Era sede del Cabildo. Había un gran hospital y juzgados.


Llegamos a Villanueva una soleada mañana de invierno. Dejamos el coche en la plaza de la Fuente Vieja, cerca de la Iglesia del Corpus Christi y nos encaminamos por la calle Rey Juan Carlos I hasta la ​a​mplia plaza Mayor. Una plaza muy fotogénica, con soportales, que se halla presidida por una gran iglesia, la de San Andrés (en una cripta están los restos de Quevedo). Esta iglesia posee el órgano más grande de España (cedido por​ una iglesia de Inglaterra). Además, alberga varios edificios interesantes como el Ayuntamiento y la casa Rectoral. En uno de los lados de esta plaza, han colocado unas esculturas en metal que homenajean a Don Quijote de la Mancha y Sancho Panza.


Desde la plaza Mayor, por la calle Cervantes, nos acercamos hasta el antiguo mercado municipal, reconvertido en Oficina de Turismo y en Museo de Arte Contemporáneo. Un espacio chulo. Adecuado para exposiciones, por ejemplo de fotografía (justamente la exposición que visitamos). Mientras volvíamos por la calle Cervantes aprovechamos para comprar en la pastelería "la Providencia" los típicos dulces de allí, los alfonsinos.

No pudimos visitar la Alhóndiga (celebraban una boda en su interior) ni tampoco el espacio de los Silos porque estaba cerrado.


Como colofón final a este día tan fructífero e instructivo, comimos en uno de los restaurantes que mejor hemos comido de todo el viaje y quizás uno de los mejores en dónde he estado nunca, el restaurante La Gavilla. El espacio no es gran cosa, pero es agradable y reaprovechado. Cuelgan de sus paredes bonitas fotografías en blanco y negro. La comida fue de 12 sobre 10. Increíblemente sabrosa, ​creativa y muy especial. Pedimos una ensalada de aguacate con lascas de atún seco que estaba increíble, un lingote de cordero al horno que se deshacía en la boca y un pisto manchego de pimientos, tomate y coronado por un huevo. Los postres sublimes y el trato exquisito. Para volver. Te ganan por el estómago y por su simpatía y su honestidad. Lo dicho, uno de los mejores restaurantes.

 

Villanueva de los Infantes posee una arquitectura impactante. Se respira interés por el arte y por la cultura y, además, se come de maravilla. Imposible no pensar en regresar. Pasamos el día allí pero después de visitarla nos arrepentimos de no haber pernoctado en ella. Merece mucho más que la visita de un día. Merece que la conozcas a fondo, porque tiene mucho que ofrecer.

2 comentarios:

Paco Piniella dijo...

¡Qué buena pinta esos platos!

CarmeLa dijo...

Hola, Paco. Sí que tienen buena pinta, pero no los puedo mirar porque me entra hambre.
Saludos