Tenía verdadero interés en conocer los humedales de Daimiel y las lagunas de Ruidera. Así que decidí combinar el viaje. Para ello busqué alojamiento en dos áreas diferentes. Una en Villanueva de los Infantes, para desde allí visitar el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera y la otra en Almagro, para visitar el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel.
También quería conocer San Carlos del Valle y Viso del Marqués, así que la decisión de fraccionar el viaje en dos partes resultó muy acertada. Fue una decisión meditada y sopesando pros y contras. Fue un recorrido completo. No tuvimos que recorrer tantos kilómetros y las dos ciudades, tanto Almagro como Villanueva de los Infantes, nos ofrecían justo lo que queríamos: cultura y naturaleza.
La arquitectura de Almagro y Villanueva de los Infantes poseen puntos en común, como el trazado racional de sus calles, los edificios renacentistas y barrocos y unos paisajes muy diferentes a lo que estamos acostumbrados.
Las comarcas del Campo de Calatrava, a la que pertenece Almagro, y las del Campo de Montiel, a la que pertenece Villanueva de los Infantes, nos deslumbraron con sus parajes. No te esperas que en ese paisaje aparentemente vacío, no lo sea en absoluto. Es un territorio agrícola con pequeñas elevaciones aterciopeladas. El horizonte siempre está presente y cuando crees que el paisaje se repite y no esperas nada nuevo, te sorprende con unas lagunas formadas por el nacimiento del río Guadiana (río Pinilla).
Se trata de varias lagunas que recorren este Alto Valle del río Guadiana formando unas cascadas y unas lagunas a lo largo del mismo. De hecho, se escucha perfectamente el agua al precipitarse por las cascadas. De ahí su nombre de Ruidera, de ruido.
Llegamos a las Lagunas de Ruidera a primera hora de la mañana. La mayoría de lagunas aún estaban en sombra. Despuntaba que iba a hacer un día espléndido y ciertamente así fue. Nos detuvimos en el centro de interpretación del Parque Natural de las Lagunas de Ruidera para recabar información. En el centro, hay servicios algo que se agradece antes de empezar la ruta. Allí nos explicaron que este sistema de lagunas discurre durante 35 kilómetros en forma de escalera conformando a lo largo del valle 15 lagunas. Las lagunas se han formado por barreras naturales de calizas de toba que se suceden a lo largo del recorrido del río Guadiana. La toba es una piedra caliza que se deposita a lo largo de los años sobre el terreno o sobre plantas.
Estas lagunas las comparten las provincias de Albacete y Ciudad Real. Se oyen, se ven y son: la laguna Blanca, la laguna Conceja, la Tomilla, la Tinaja, la de San Pedro, la Redondilla, la Lengua, la Salvadora, la Santos Morcillo, la Batana, la Colgada, la del Rey, la Cueva Morenilla, la Coladilla y la Cenagosa. Existen habilitados diversos senderos que recorren en paralelo algunas de estas lagunas.
Nosotros realizamos a pie la ruta que transcurre cerca de los márgenes de las lagunas y recorre el valle paralela al río. Desde este entorno, es posible observar que la mayoría de los árboles de las zonas que se pueden inundar son chopos, álamos y olmos. En las zonas no inundables hay pinos, encinas y carrascas. Es una ruta que se puede hacer andando o también en bici. Pasamos por la laguna Redondilla, la Lengua, la Salvadora, la Santos Morcillo, la Batana y la del Rey. El recorrido no tiene ninguna dificultad dado que el terreno posee poca pendiente. Hay otros itinerarios de mayor dificultad, todos ellos marcados, como lo el de la senda del castillo de Peñarroya.
Este peculiar y único enclave de estas características que existe en la península ibérica nos fascinó. Nuestra excursión fue muy especial. No había gente, únicamente nos cruzamos con un par de ciclistas y poco más en todo el recorrido. Pudimos así tener una comunión perfecta con la naturaleza y con el entorno. Fue uno de los mejores días de nuestro viaje. Además, días atrás había llovido mucho y se notaba en la cantidad de agua que bajaba por el valle y llenaba las lagunas. Toda una experiencia.