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26 noviembre, 2016

Camino a Galaxidi

La primera vez que vi escrito el nombre de Galaxidi, pensé en Asterix y Obelix. Galaxidi podía ser perfectamente la aldea en la cual vivían los galos, es decir la aldea de los protagonistas del cómic. Una aldea con personajes indomables, valientes e irreductibles. Quisimos conocer ese lugar que tenía ese nombre que me recordaba a la antigua Galia y que nos resultaba tan especial y sugerente. 


Galaxidi se localiza en un lugar privilegiado a 20 minutos del Oráculo de Delfos y a media hora de la cumbre del monte Parnasos. ¿Quién no quisiera alojarse en un lugar con estas características? Además, ha sido durante siglos un importante puerto y un astillero con mucha actividad. De hecho existe en la localidad un interesante Museo Marítimo.


Probablemente, Galaxidi haya sido el destino heleno en el que me he sentido más implicada, en el que he percibido que estaba mejor que en mi propia casa. Nada me era extraño. Sentía que ése era mi lugar. Había encontrado ese sitio al que deseas volver y que consideras un poco tuyo. Era una lugareña más.


Una población bonita, con un paisaje que muda su fisonomía y su color según pasan las horas. Un lugar que observas con admiración, porque su gente han encontrado la esencia de la vida. Allí se saluda. Tienen tiempo de conversar. El pan sabe a pan. Huele a mar y a hierbas aromáticas. 


Llegamos a Galaxidi desde Katakolo. El trayecto es pesado, pero a la vez distraido. Cruzamos el mar de Patras por el nuevo e impresionante puente Rio. Pagas peaje por pasar por él, pero merece la pena. En un momento, estás en la otra orilla. 

En la carretera que llegaba hasta Galaxidi no circulaba mucho tránsito y tenía unas vistas fantásticas. Pasabas muy cerca del mar de Patras, de Fócida o de Corintio (el mar cambia de nombre según te alejas o te acercas a alguna destinación concreta).


Al contrario que en Katakolo, el paisaje era árido, seco. Veías rebaños de ovejas y cabras buscando un poco de hierba o una sombra. Las ovejas se mimetizaban con el color ocre de la tierra. Pero pese a esa sensación de tierra desértica, no lo era. Sólo que en verano toda la vegetación de hierbas y plantas se seca y se torna amarilla. En Primavera, los campos tras las lluvias y el deshielo, se vuelven verdes y parece que haya más vida. 


En un determinado momento, tras una curva, apareció Galaxidi al fondo. Como en un espejismo, un espejismo que percibes familiar. De pronto, Galaxidi nos pareció un oasis.

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