Cuando se habla de Córdoba siempre viene a la mente el emblema que marca la ciudad: la Mezquita-catedral. Una construcción mágica, dónde el tiempo pasa con sigilo sobre ella. Sin embargo, hay que tener en cuenta que se cimenta sobre la antigua basílica visigoda de San Vicente y que se utilizan tanto piezas romanas como visigodas para su edificación y ampliación.
Su construcción como mezquita Aljama data de finales del siglo VIII bajo el emirato de AbdalRahman (Abderramán I). Sin embargo, será en el siglo IX y en el X cuando se amplíe bajo los mandatos sucesivos de Abderramán II, Abderramán III, Al-Hakam II y de Almanzor. En el siglo XIV, en el interior de la mezquita, se erige una Capilla Real en estilo mudéjar y en el siglo XVI, prácticamente en el centro de la Mezquita, se construye una catedral cristiana dando al edificio una nueva continuidad. Es entonces cuando el Renacimiento y el Barroco entran en la Mezquita para quedarse.
Al entrar al espacio interior de la Mezquita-catedral, desde el Patio de los Naranjos, la sucesión de columnas de mármol de diferentes canteras aportan un color especial a las esbeltas columnas que sostienen los dobles arcos superpuestos. El superior de medio punto y el inferior de herradura, con el diseño bicolor con dovelas, alternando rojas, ladrillo en la primera fase de la mezquita y pintado en las posteriores, y blancas. En las ampliaciones no se utilizaron dovelas, se pintó simulando las dovelas bicolor, para reducir el coste.
Este entramado de columnas crea un ambiente de bosque encantado. El edificio es el conjunto monumental más icónico de Córdoba. Su visita no defrauda porque su belleza atemporal nos empequeñece y a la vez que nos emociona y nos engrandece. Sobre todo por la capacidad del ser humano de crear obras que son un prodigio de ingenio y belleza.
Conviene, sin embargo, no dejar de ver otros monumentos y museos de Córdoba, aunque sea la Mezquita-Catedral la que aglutine la mayoría de las visitas a monumentos cordobeses.
Museo Arqueológico de Córdoba
Museo Julio Romero de Torres
Uno de mis lugares preferidos es la capilla mudéjar de San Bartolomé. Un tesoro. Una joyita. Pequeña, pero brillante. También me gustó mucho el Alcázar de los reyes cristianos y los baños árabes. El Alcázar cuenta con una colección de mosaicos romanos que son preciosos, lo mismo que sus cuidadísimos jardines. El Palacio de Viana, con sus jardines de las Mil y una Noches, la Fundación Antonio Gala, la casa mudéjar de la judería y los innumerables museos (¡que son gratuitos!) como el Arqueológico, el Contemporáneo, el de Bellas Artes y el de Julio Romero de Torres son opciones que no deberías perderte sin visitas la ciudad califal.