Porto de Galinhas es la típica población costera. Cuando llegas parece un poco destartalada y caótica, pero se trata únicamente del impacto inicial.
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Tras ese primer contacto, es una ciudad simpática y preparada para la diversión: multitud de bares y restaurantes y agencias de turismo que facilitan cualquier excursión, paseos en buggis, etc. En Porto Galinhas puedes disfrutar de uno de los espacios más impresionantes de bar-restaurante al aire libre.
En plena playa a pie de mar, chiringuitos con sillas playeras y parasoles, de colores intensos, sirven a los clientes bebidas y mariscos frescos.

La playa es larga, pero los chiringuitos están ubicados en un espacio relativamente pequeño justo delante de la zona de las "piscinas naturales". Estas "piscinas naturales" se forman tras la barrera coralina, cuando está la marea baja.
La gente espera hasta que la marea está muy baja y entonces alquila un pequeño barco con el fondo muy plano, llamado jangada, que les acerca hasta las piscinas naturales para poder bucear en ellas. Las piscinas están repletas de peces que quedan atrapados cuando baja la marea.
El bullicio y la animación es total, pero no se oyen gritos, cosa que sí ocurre en las playas del sur de Europa.

Me sorprende mucho que los brasileños tomen el sol de pie o sentados, nunca los he visto extender una toalla para tomar el sol. Siempre que he observado a alguien tumbado sobre una toalla de playa es extranjero: portugués, español, italiano, francés, etc.
