26 mayo 2025

Mdina, el silencio en la ciudad dorada


Nuestro alojamiento en Malta estaba en Rabat, ciudad que creció en los extramuros de Mdina. Son vecinas. No se entiende Rabat sin Mdina, ni Mdina sin Rabat. Se complementan. En Rabat el bullicio y la vida cotidiana están muy presentes. Se suceden las tiendas de todo tipo: panaderías, negocios, farmacias, escuelas. La vida bulle. En Mdina la emoción, la reflexión, el silencio y la calma es su distintivo.


Durante años, Mdina fue la capital de Malta. Hasta que en 1570 La Valetta pasó a ser la capital de Malta. Mdina no podía crecer más porque es una ciudad fortificada. La muralla defensiva que rodea todo su perímetro es impresionante, con un gran foso -que actualmente está ajardinado (Howard Garden)-. Se halla en uno de los puntos más elevados de Malta. Su localización es estratégica. Además, se aprovechó el natural desnivel del terreno para la edificación del muro defensivo, de este modo facilitaba su protección y la convertía en una fortificación inexplugnable.


La cercanía de Mdina con Rabat y de nuestro alojamiento nos facilitaba ir de una a otra con una agradable caminata de pocos metros. Íbamos de Rabat a Mdina por la tarde, cuando el sol se ponía, y también por la mañana cuando Mdina estaba aún dormida. A esas horas la afluencia de turistas era mínima. Lo primero que nos extrañó al entrar en Mdina fue su quietud. A Mdina se la conoce como "La ciudad del Silencio" y no es de extrañar. Allí el silencio está muy presente. Un silencio envolvente. Quizás el silencio se debe a sus altos muros de piedra que la rodean y que impiden que lleguen los ruidos del exterior, como el de los coches que circulaban por la cercana carretera o del bullicio de Rabat. Es una ciudad peatonal, solamente acceden al recinto amurallado algunos coches para carga y descarga.

 
 
   
La primera vez que entré a la Mdina me impresionó lo bien conservada, cuidada y limpia que estaba. Es un claro ejemplo de ciudad medieval. Sus laberínticas y estrechas calles, de trazado irregular, con edificios con muros de piedra de color ocre-dorado impregnan a la villa de una tonalidad especial. Cálida y acogedora. Entrar a la Mdina es adentrarse en otro tiempo. En nuestra primera visita accedimos por la entrada principal de la fortificación. Es decir, cruzando el puente y la Puerta de Mdina. Esta entrada se halla entre el Bastión de Redin y el Bastion de Homedes o de San Pablo. En el Bastión de San Pedro, se halla otra entrada de acceso llamada Puerta Griega (Greek's Gate).

     

La Orden de San Juan de Jerusalén tenía como Gran Maestre al portugués Vilhena que encargó construir la actual puerta de entrada a la villa, por donde accedimos nosotros. La encargó al arquitecto francés C. François de Mondion, en 1724. Este arquitecto la diseñó al estilo barroco -el estilo imperante en la época- sustituyendo así a la anterior puerta medieval. Cruzada esta entrada, y a mano derecha, se halla el Palacio de Vilhena, gran edificio que alberga en su interior el Museo de Historia Natural de Malta. Enfrente está la oficina de Turismo.


Seguimos nuestro recorrido por Mdina, asombrados por la magnitud de los edificios de su interior. Mdina es uno de los lugares con más encanto de Malta. Ni te imaginas lo bonito que es. Lo mejor es perderse por sus estrechas calles que conducen a iglesias, conventos, capillas, palacios, casas señoriales. 
En el centro de Mdina, en la plaza principal, se halla la espectacular Catedral de San Pablo, un edificio barroco flanqueado por otros dos edificios del mismo estilo. Uno de ellos es el Museo Catedralicio, antigua sede del Seminario. Aún se puede leer en la fachada, en una cartela, la inscripción: "Seminarium Magni Sancti Pauli". En la entrada o puerta principal de acceso a este museo, se pueden ver las dos figuras de titanes que sostienen la balconada barroca. Es una entrada teatral. Impactante.

    

Otro de los edificios emblemáticos de Mdina es el Palazzo Falson. No pudimos acceder a su interior. Tampoco hay que perderse el edificio del Ayuntamiento o Consejo Local de Mdina. Está un poco escondido, pero la puerta suele estar abierta y puedes ver su patio interior. También recomiendo visitar la plaza del Bastión, las vistas son panorámicas. Igualmente, y aunque está un poco escondida, merece la pena darse una vuelta por la recogida y bonita plaza de la Mezquita. Me fascinó.

     
      

Otra de las construcciones que más me sorprendió fue la iglesia convento Carmelita. Las Carmelitas llegaron a Malta en 1418. Una noble dama, Margarita de Aragón, dejó escrito en su testamento que la capilla y las tierras adyacentes fueran para cualquier orden religiosa que aceptara instalarse allí. Así lo hizo un grupo de la orden de Las Carmelitas. Se instalaron en Mdina.

     

La iglesia convento es un bloque compacto exteriormente humilde, en una de sus esquinas se puede ver la escultura de la Virgen  del Carmen con Jesús Niño. La Iglesia erigida con sillares de piedra ocre-amarillo-dorado (el color de la tierra de Malta) es austera, pero su interior es colorista. Es en su interior donde los rojos y azules están muy presentes. Al observar su sobrio exterior uno no puede imaginarse su riqueza interior. Es difícil no conmoverse ante su visión. 

12 mayo 2025

Zuheros, la esencia de la naturaleza


Una de las muchas razones para visitar Córdoba era la de conocer la población de Zuheros. Así que, desde Córdoba pusimos rumbo allí. Esta población se localiza al norte del Parque Natural y Geoparque de las Sierra Subbéticas, una zona montañosa con muchas rutas y senderos. Cuenta con una ruta cicloturística, la Vía Verde, aunque también se la conoce como Vía del Aceite. La ruta utiliza las antiguas vías de ferrocarril que unían Doña Mencía con Luque, pasando por Zuheros.


La comarca cordobesa de la Subbética la constituyen 14 municipios. El Parque Natural tiene una extensión de 31.568 hectáreas. Zuheros es uno de los municipios situados en esta comarca que está situado entre las localidades de Doña Mencía, Luque y Baena. Al sur de la Sierra de Baena y en una de las entradas al Cañón del río Bailón, afluente del río Guadajoz que forma parte de la cuenca hidrográfica del río Guadalquivir. El río Bailón es un río con caudal de lluvias. Fuera de la época lluviosa, su caudal se seca en la superficie porque parte de él se filtra al subsuelo por la alta porosidad de las tierras calizas de esta zona.


Todo el área montañosa de la subbética proporciona un aceite de alta calidad, por ser el fruto de los olivares de montaña. Nosotros compramos 5 litros de aceite en Doña Mencía y quesos en Zuheros, en la quesería los Balanchares. También aprovechamos que estábamos en esa zona para comprar el afamado vino Pedro Ximénez en la bodega Luque. De hecho, llenamos el coche de productos de la zona. Durante un tiempo, hemos disfrutado de los productos de Córdoba en nuestra cocina. ¡Qué bueno estaba todo!. Tendremos que volver antes de que nos invada la nostalgia.


Zuheros se halla sobre un escarpado peñasco. Justo en la cima de la peña, se construyó el castillo, a unos 650 metros de altura. Su origen data del siglo IX y su ubicación es impresionante. Es uno de los primeros edificios que se divisan cuando llegas por la carretera CO-6203 desde Doña Mencía. A sus pies, un valle de olivares y a sus espaldas, las altas montañas y el cañón del río Bailón. La bonita población de Zuheros cuenta con unos 700 habitantes. Sus calles son estrechas y empinadas, con casas encaladas de poca altura. El pueblo blanco se desparrama por las laderas del peñasco. Es muy bonito.



Uno de los atractivos de Zuheros se sitúa a unos 4 kilómetros del pueblo, en plena montaña, y es la cueva de los Murciélagos, declarada Monumento Natural y BIC. Dentro de la cueva, se suceden las formaciones calizas, estalactitas y estalagmitas y también restos de pinturas rupestres. En el fondo de la misma, se encontró un esqueleto humano que tras las pertinentes pruebas de ADN se consideró que era uno de los primeros agricultores de la zona. El esqueleto se dató con fecha 7.245 años de antigüedad. Desafortunadamente, no pudimos entrar en la cueva porque había que reservar la entrada y no calculamos bien el tiempo.



Eso sí, antes visitamos el castillo y el Museo de Costumbres y Artes Populares de Juan Fernández Cruz, un antiguo boticario que reunió una colección de más de 3.000 piezas sobre las costumbres y las tradiciones de Zuheros. Desde luego, no hay que irse de Zuheros sin haberlo visitado.


Seguro que algún día vuelvo a Zuheros aunque, la próxima vez, pernoctaré en la localidad para disfrutar de todo su potencial, que es mucho.