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26 diciembre, 2019

Paramonas en Corfú

Después de mi experiencia personal en Corfú, si tuviera que escoger dónde pasar unas relajantes vacaciones, sin mucho que hacer, solamente bañarte en el mar y caminar, escogería otra vez alojarme en la playa de Paramonas. Al menos, unos días. Reconozco que no a todo el mundo le puede gustar ese tipo de ocio, pero cuando llegas allí tras vivir en una gran ciudad con coches, polución y ruidos, descansar allí significa recomponerte y recargar pilas. Y eso, lo necesitaba.


A Paramonas se arriba desde Agios Mattheos. La carretera es estrecha y sinuosa como la mayoría de las carreteras de la costa de Corfú. La ruta atraviesa un sinfín de huertos y de campos de olivos verdinegros. Proporcionan una sombra tan intensa que a sus pies crecen helechos. Su costa es rocosa, pero entre tantas rocas se encuentran pequeñas playas, como la de Skala y la nuestra: Paramonas. 


En Paramonas, termina la carretera. Está rodeada de tupidas y altas montañas. La playa es de arena. Unos días, el mar es una balsa; otros, puedes disfrutar jugando con las olas. La brisa allí es constante. Se divisan pocas construcciones, si bien están edificando muchos nuevos apartamentos. 

Paramonas, nuestra playa, tiene un aire salvaje que no sé muy bien por qué razón, me recordaba a algunas playas brasileñas de la zona de Itacaré. No tiene palmeras, pero es tan frondosa y verde que parece selvática. 


Desde Paramonas, puedes emprender las mejores excursiones. Ir a la playa de Praussodi a bañarte o a comer en un de sus restaurantes. Ir a Alonaki bay o al Lago Korission. Tomar algo en una cafetería de Agios Mattheos. Llegar hasta la playa de Boukari, Gardenos, Agios Georgios, Petríti, Notos o Lefkimmi. Puedes estar en la ciudad de Corfú en solo 30 minutos y en Kassiopi en 50 y si  te gusta caminar, desde el área cercana a  la pensión Skala, parte una carretera paralela al mar y poco transitada que discurre entre altos olivos, pinos y huertas. Es bastante plana y bonita. 

 
 
 

Cuando llega la noche en Paramonas, comprendes que el protagonista allí es el silencio, quizá roto por el sonido del mar, pero ningún sonido más. El descanso es prioritario. No hay bares, ni discotecas, ni cafeterías ni comercios. Solamente unos cuantos restaurantes para reponer fuerzas y nada más. Sosiego y calma y dormir relajada oyendo las olas batir en la costa. ¿Quién puede resistirse a eso? Seguramente a quien busca otro tipo de vacaciones, Paramonas le parecerá aburrido, un muermo. No hay avenidas, ni alamedas, ni calles repletas de tiendas, ni parques. En cambio, puedes coger cualquier sendero y sentir el privilegio de la soledad y el contacto directo con la naturaleza. Oírte y encontrarte a ti misma. A veces, con el trajín de la vida cotidiana, una se olvida de sí misma, de reflexionar y de vivir en armonía.

 
 
 

Nuestra llegada al hotel fue cómoda. Desde Igoumenitsa, un ferry nos llevó hasta el puerto de Lefkimmi y de allí a Paramonas solamente hay 28 kilómetros. Nada pesado de hacer. Una vez allí, para alojarnos nos decantamos por el sencillo hotel Paramonas. No es lujoso, más bien todo lo contrario, pero cumple con creces su función. De lugar para un buen descanso.


Las vistas y los atardeceres desde el hotel son espectaculares, al menos lo eran desde la tercera planta dónde se situaba nuestra habitación. Lo mejor de este hotel son las vistas, su jardín, la piscina, la ubicación y su cercanía con el mar y, cómo no, la comida del restaurante Sunset que forma parte del hotel. Además, dispone de parking exterior, muy práctico. No hay que dar vueltas buscando aparcamiento. 


Había clientes que llegaban en taxi desde el aeropuerto de Corfú. Me parece que el precio es razonable. Este hotel ofrece a sus clientes este útil servicio. Vimos que en el hotel habían muchos clientes habituales, de esos que año tras año repiten la misma estada.

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