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09 junio, 2019

Trujillo monumental

El día despertó con una niebla espesa. No se veía nada mientras atravesábamos los Llanos de Cáceres. La conducción se hacía complicada, pero justo antes de llegar a Trujillo, la niebla se esfumó cómo por arte de magia. Ante nosotros de divisaba la imponente ciudad de Trujillo sobre una colina, la del Cerro Cabeza de Zorro. 


No tardamos en localizar el parking de nuestro alojamiento.
Después de dejar las cosas en la habitación, en el Eurostar Palacio de Santa Marta, nos apresuramos a conocer Trujillo. No había ni una sola nube. El cielo estaba de un azul cobalto y el sol apretaba, cosa inusual en invierno. 

 
 

La parte antigua de Trujillo es asombrosa. Está cuidada y en cualquier rincón puedes descubrir un palacio, un convento o una iglesia. Su rico pasado romano, visigodo y morisco ha dado forma a la ciudad de intramuros. 
La Fortaleza o Alcazaba que corona el Cerro Cabeza de Zorro es de época califal, aunque construida sobre restos anteriores, seguramente romanos. No te puedes perder las vistas que se pueden contemplar desde allí. Son panorámicas. Además, obtendrás mejor visión de los campanarios de las iglesias. Algunos están coronados por grandes nidos de cigüeñas.


De su muralla medieval se mantienen bien conservadas cuatro imponentes puertas: la Puerta de la Coria, la de San Andrés, la de Santiago y la del Triunfo.

Tras el paso de las Órdenes de Alcántara, Santiago, el Temple y los Hospitalarios se amplia la ciudad y define más aún su vasto territorio. Tras el regreso de exploradores y conquistadores como los hermanos Pizarro, los Orellana o de los linajes militares cómo los Chaves-Mendoza, la construcción de Palacios, Casas Señoriales o Casonas con sus emblemas y blasones tanto en intramuros como en extramuros, dará a Trujillo un esplendor arquitectónico que perdura hasta hoy en día. 




Construcciones arquitectónicas espectaculares como el Palacio de la Conquista en la plaza Mayor, la Casa-Fuerte de Orellana, el de la Casa Señorial de Pizarro convertido en Museo, el Palacio de Chaves reconvertido en hotel, el Palacio de los Marqueses de Santa Marta, también transformado en hotel, el impresionante Alcázar de los Bejarano o el Convento de La Coria reformado como sede para albergar la Fundación de Xavier de Salas.

 
 
 

Perderse en el casco histórico de Trujillo es lo mejor que te puede pasar porque de esta manera es difícil que te descuides y te quedes sin ver lo más interesante de la ciudad. Rincones y callejuelas que desembocan en pequeñas plazoletas con espectaculares edificios en piedra de los que asoman árboles, jazmines y buganvillas.

 
 

Aunque dimos vueltas y vueltas por Trujillo, al llegar a nuestro alojamiento nos dimos cuenta que todavía nos quedaban edificios históricos por descubrir. Conventos e iglesias que no habíamos visto o que no habíamos podido acceder a su interior por estar cerrados. Así que, nos hemos planteado regresar a Trujillo para disfrutar de la grandiosidad de su plaza Mayor y gozar otra vez de la belleza de la ciudad, además por supuesto, de explorar lo que nos quedó por conocer en este viaje.

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