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28 marzo, 2019

Alojamientos en Grecia, por ejemplo

        
   
En nuestros viajes estivales, cuando buscamos alojamiento procuramos que cumplan una serie de condiciones. La primera es la más obvia: la limpieza. Después, nos detenemos a valorar si su localización es la mejor para poder visitar una amplia área. Otras veces, si buscamos mayor tranquilidad, nos decantamos por alojamientos bien situados o a pie de playa para no depender del coche y poder ir andando hasta el mar o bien cerca de algún lugar que nos interese mucho conocer y desde el cual no tengamos que hacer muchos kilómetros.

   
  
                      
También, desde luego, prestamos atención a si tienen buenas críticas, pero a veces nos hemos llevado alguna sorpresa, porque lo que está bien para algunas personas a otras no nos parece tan bien.

Quizá tenga que ver con la compañía. Si viajas con una buena compañía será más fácil amoldarte a cualquier cosa. Un acompañante difícil o que no tenga los mismos gustos que tú, puede estropearte la noche en un hotel de lujo y un buen compañero de viaje hace que una cueva te parezca un hotel de cinco estrellas.

 

A veces, también el alojamiento te elige a ti. Ves un hotel o un apartamento que te atrae sin saber muy bien la razón. Puede ser la luz, una buena foto, la ubicación pero el sitio te hace viajar a él. Puedes llevarte una desilusión cuando lo ves o puedes llegar a afirmar, que las fotos no engañan.

  
  
    
Algún hotel o alojamiento, en una primera impresión te decepciona, pero después de pasar la primera noche es cuando valoras de verdad el alojamiento. Un buen colchón, sábanas impolutas, tranquilidad nocturna, un buen aislamiento. Lo contrario también puede suceder:  tener una buena impresión al principio, al ver la habitación, pero tras la primera noche, la experiencia puede convertirse en desastrosa. Una mala insonorización, un colchón incómodo, unos vecinos pesados...

De igual manera, un alojamiento con un buen gerente, simpático y cortés y un fabuloso desayuno hacen que el lugar te compense mucho más. Porque, desde luego, hay que valorar los detalles. 

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