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06 octubre, 2018

Mi verano en Lefkada


Lefkada tiene alrededor de 23.000 habitantes y es la cuarta isla más larga de las islas jónicas. 
Se localiza entre Corfú y Cefalonia y está conectada al continente por un puente levadizo. Cuando el puente se abre para dejar pasar los veleros o los catamaranes, se forman largas colas de coches que esperan entrar en la isla. 


Tiene unos 36 kilómetros de largo por 15 de ancho. Como el 70% de la isla es montañoso y los picos más altos pasan de los 1000 metros de altura - el Stavrota, el Elati y el Mega Oros -, podéis haceros una idea de lo complicado que resulta atravesar la isla de un lado al otro. En pocos kilómetros, las carreteras han de sortear 1000 metros de altura desde el mar a los picos más altos. Son carreteras muy zigzagueantes y estrechas, con unas curvas cerradas y muy pronunciadas.


En Agosto, la llegada en coche a Lefkada no puede ser más caótica. Largas colas de vehículos, gente andando por cualquier lado, bicis y motos que aparecen a tu lado como por arte de magia.

Nosotros, tras sortear el puerto de entrada a Lefkada, nos dirigimos al sur siguiendo la línea costera.
Nuestro primer destino fue una pequeña bahía en el sur, Mikros Gialos.
Atravesamos los famosos destinos de Nikiana y Nidri. Un caos en verano parecido al de muchas villas del levante español. Podría ser una ciudad más de ese litoral, con los mismos souvenirs, bares, cafeterías, similares edificios, aunque eso sí de baja altura por normativa urbanística de la isla, lo cual se agradece dado que todo resulta más a medida del hombre. Menos invasivo. 


En un principio, nos inquietó un poco lo que vimos y llegamos a suponer que nos habíamos equivocado. No fue en absoluto así. Lefkada merece mucho la pena. Es un destino muy recomendable, solamente hay que huir de las zonas más turísticas, si lo que te gusta es la tranquilidad y la exclusividad.




El interior de la isla es verde. Rústico, rústico. Frondoso, con infinidad de plantas aromáticas y una gran variedad de árboles: alcornoques, olivos, pinos, cipreses, nogales, higueras, limoneros y naranjos entre muchos otros. Los olivos, milenarios, son altos y tupidos y proporcionan una magnífica sombra.


Existen carreteras alternativas que discurren por parajes esplendidos, como la ruta que discurre por Syvros o la que circula por Nikoli y Manasi  y arriba a la población de Hortata. Una carretera más estrecha que la que discurre en paralelo y que conecta Vassiliki con Agios Petros.

  

La costa sur y oeste de la isla es realmente espectacular. Aunque aquí entran las preferencias. Nosotros preferimos playas tranquilas y con pocos alojamientos como la de Mikros Gialos o Agios Gialos. Es  verdad que Vassíliki o Agios Nikitas son playas espectaculares pero nos parecieron un pelín turísticas.


Llegar a Mikros Gialos ya vale la pena no tan solo por la playa, sino por el entorno. La carretera es estrecha, cuando llegas a ella desde la población de Poros. De hecho, en algunos tramos solamente puede circular un coche. Una carretera curiosa que es un viaje en sí misma.



Y qué puedo decir de las playas. Merecen un aparte. Algunas como Porto Katsiki, Agios Gialos, Agios Nikitas y Kathisma te quitan la respiración. Son imponentes catedrales marinas.

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