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26 diciembre, 2016

Sud de France

Disponíamos de casi una semana para visitar el sur de Francia. Hacía un mes que habíamos reservado los alojamientos, pero la previsión del tiempo anunciaba lluvia durante toda la semana. Estuvimos dudosos. Podíamos anular las reservas, pero teníamos muchas ganas de volver a Francia. No íbamos a esa zona desde los años 90, así que cogimos nuestros chubasqueros y pusimos rumbo a nuestro primer alojamiento, en Saint-Genís-des-Fontaines. Fue un acierto. Finalmente, sólo llovió copiosamente un día y fue por la noche. Además, la lluvia le da un carácter diferente a los viajes. Más intenso y melancólico. Me encanta.


Estuvimos  en el Sud de France, en la zona denominada Languedoc-Roussillon, fuera de la temporada alta. Volví enamorada del paisaje, de la amabilidad  de la gente, de la forma de vida de las pequeñas poblaciones como Elne, Thuir, Ortaffa, Argelès, Eus, Villeneuve de la Raho, Saint André o Saint Genis des Fontaines (todas con intenso ambiente rural) y sobre todo de su rico pasado arquitectónico que han sabido conservar con afán.


Empezamos el viaje por Saint Genís des Fontaines, población dónde se localizaba nuestro alojamiento: Domaine Castell de Blés. Un lugar recomendable para las personas que les gusta el contacto con las zonas agrícolas. Los alrededores están repletos de caminos de tierra, con casas principalmente dedicadas al trabajo en el campo. En los prados, ves pastar los caballos. Nosotros vimos ocas, patos, pavos reales en libertad corriendo por esas pequeñas y estrechas carreteras rurales.



Una mañana temprano, mientras paseaba por el centro de Saint Genis des Fontaines, pensaba en las cosas que me hacen feliz. Esas sencillas cosas que nos arraigan a la tierra. Esas cosas sin valor material, pero que nos hacen la vida más fácil y que aunque, sean un poco más complicadas, nos la completan. Como pasear por el campo tras la lluvia, observar el paisaje que muda y nunca es igual. El saludo amable y espontáneo entre desconocidos que se cruzan al pasar. Oler a hierba húmeda y llenarte de paz

Me di cuenta de que en las poblaciones del sur de Francia existen un gran número de asociaciones. Estoy segura que son para hacer la vida más fácil de los que viven allí. Existen asociaciones para salidas culturales, para jugar al tenis o hacer esgrima o judo. Cualquier cosa que socialice. Me pareció un concepto muy sano. Si en una población no muy grande la gente hace cosas comunes. Creas sensación de grupo, de pertenencia.



El sur de Francia posee una variedad de paisajes asombrosa. En pocos kilómetros pasas de la costa mediterránea a las cumbres de los Pirineos.

Hay grandes humedales, abruptas costas, zonas dunares, bosques tupidos, altas cumbres, estrechos desfiladeros, largas playas de arena, puertos deportivos y de pesca, lagos artificiales como Lac de la Raho, grandes extensiones de cultivos y varios ríos, entre ellos el Tech y el Têt y reservas naturales como la de Mas Larrieu.

16 diciembre, 2016

Nautilus apartments

Elegimos los apartamentos Nautilus por su localización, cercana a las playas, pero lejos del puerto central, un poco más ruidoso. Por las noches, en nuestro apartamento  la tranquilidad estaba asegurada.
El Nautilus tenía unas críticas excelentes y tampoco estaba lejos del centro. Estaba al lado del puerto de Hirolakas (Girólakas). Desde nuestro apartamento podías ir andando a cualquier sitio. 


La gerente de los apartamentos, Joanna,  es muy profesional, amable, simpática y acogedora. En todo momento, te hace sentir como si estuvieses en tu casa. Sus desayunos son memorables. Hechos por ella misma con cariño y destreza. Uno de los mejores desayunos que hemos probado no solo en Grecia sino en muchos de los otros países que hemos visitado.


Los apartamentos son cómodos y espaciosos. La limpieza es otro de sus fuertes. La limpieza era diaria y se notaba. Siempre había un refrescante olor a limpio. 
El apartamento estaba todo impoluto. Ideal. Lo recomiendo. Aunque, no puedo asegurar que actualmente no esté en funcionamiento.


Los consejos de Joanna, la gerente, nos sirvieron para sacar el mejor provecho de nuestra estancia en Galaxidi. Nos indicó las mejores playas y los lugares más interesantes de la zona. Nos señaló el trayecto para ir al recinto arqueológico de Delfos y el mejor camino para llegar hasta la cumbre del monte Parnaso (que en invierno, es una estación de esquí).


Las playas de esta zona cercana a Galaxidi, suelen ser de guijarros o rocas. No esperéis playas de arena fina, como en otros lugares de Grecia. Así que mejor llevar un calzado apropiado para entrar al mar. Eso sí, el agua del mar era transparente como un cristal.
Desde las playas cercanas a nuestro alojamiento, podías contemplar el omnipresente monte Parnasos y a sus pies la ciudad de Delfos e Itea. 

Alrededor de Galaxidi, existen un buen número de calas y pequeñas playas de guijarros, en las que los habitantes de Galaxidi van a refrescarse después de acabar su jornada laboral. Allí comentan lo que han hecho durante el día. En verano, la playa es un estupendo lugar de reunión. 

  

Por las tardes, mientras nadábamos en la playa cercana nuestro alojamiento, veíamos llegar los grandes yates, para comprar, atracar y pasar la noche allí o para cenar en uno de sus muchos restaurantes. Desde la playa, era un espectáculo, a veces vergonzoso, ver pasar tantos grandes y lujosos barcos en plena época de crisis económica.


Merece la pena visitar Galaxidi en cualquier época del año, también en carnavales. Nos explicaron que en los carnavales, se llena de turistas que quieren experimentar su festivo y desinhibido carnaval. En él, se celebra el final de la Segunda Guerra Mundial. Por lo que nos contaron es un carnaval muy divertido y entretenido. La gente se disfraza. En Galaxidi, siempre os acogerán muy bien, sea la época que sea.

Nos costó mucho irnos de Galaxidi, era nuestro último destino de nuestra estancia en tierras helenas. Desde el primer contacto con la ciudad, sentimos la familiaridad del entorno. Ni por un segundo nos sentimos extranjeros en Galaxidi. 

06 diciembre, 2016

Galaxidi, la esencia

Hay lugares que te entran y ya no te dejan. Galaxidi ha sido uno de ellos.

Galaxidi es un encantador puerto pesquero y antiguo astillero. Nos sorprendió la perfecta conservación de su arquitectura tradicional y la belleza de sus puertos. Porque Galaxidi tiene dos puertos naturales: el puerto central, llamado Agorá, y el puerto conocido como Hirolakas -Girólakas-.


Nosotros teníamos contratado el alojamiento, el Nautilus Apartaments, muy cerca del puerto Hirolakas. Mucho más tranquilo y relajante que el puerto central. Además muy cerca de unas limpias calas. Ideales para el baño.

Nos explicaron que el término del nombre de Hirolakas o Girólakas deriva de las lágrimas derramadas por las mujeres de los náufragos muertos en el mar.


El pequeño puerto llamado Ágora o central es el más recogido de los dos, por eso cuando hace viento los barcos llegan a él para buscar refugio. Atracan la mayoría de yates y barcos de recreo y de pesca. Este puerto siempre tiene una gran animación, dado que está rodeado de restaurantes, bares, cafeterías y comercios.

En las noches de verano, los restaurantes se llenan de gente. Los propios habitantes del pueblo y de los alrededores y, sobre todo, las tripulaciones de los grandes barcos, catamaranes y veleros que atracan en el puerto para cenar.


Por las mañanas, Galaxidi parece desierto, porque se aprovecha el día para ir a las muchas calas y playas de los alrededores, para refrescarse del intenso sol heleno o hacer deporte.


Enfrente del puerto central o Ágora, se halla el gran pinar conocido como: Pera Panta. Un lugar perfecto para, en verano, darse un refrescante baño, en las frías aguas del mar de Fócida. Han habilitado en algunos tramos de la costa, en una zona de pinos, unas escaleras para acceder mejor al mar, dado que es zona rocosa y de difícil acceso.


El pueblo es encantador. La gente es amable y acogedora. Hay unas pastelerías y panaderías excelentes. También dispone de buenos restaurantes y cómodos alojamientos.


Comimos de maravilla en tres restaurantes del centro: Bebelis, Zygos y Albatros. Aunque, tras probarlos, nos decantamos por uno de ellos en particular al cual regresamos una y otra vez. Nos gustaba su comida tradicional griega, sencilla y sincera. Sin artificios.

26 noviembre, 2016

Camino a Galaxidi

La primera vez que vi escrito el nombre de Galaxidi, pensé en Asterix y Obelix. Galaxidi podía ser perfectamente la aldea en la cual vivían los galos, es decir la aldea de los protagonistas del cómic. Una aldea con personajes indomables, valientes e irreductibles. Quisimos conocer ese lugar que tenía ese nombre que me recordaba a la antigua Galia y que nos resultaba tan especial y sugerente. 


Galaxidi se localiza en un lugar privilegiado a 20 minutos del Oráculo de Delfos y a media hora de la cumbre del monte Parnasos. ¿Quién no quisiera alojarse en un lugar con estas características? Además, ha sido durante siglos un importante puerto y un astillero con mucha actividad. De hecho existe en la localidad un interesante Museo Marítimo.


Probablemente, Galaxidi haya sido el destino heleno en el que me he sentido más implicada, en el que he percibido que estaba mejor que en mi propia casa. Nada me era extraño. Sentía que ése era mi lugar. Había encontrado ese sitio al que deseas volver y que consideras un poco tuyo. Era una lugareña más.


Una población bonita, con un paisaje que muda su fisonomía y su color según pasan las horas. Un lugar que observas con admiración, porque su gente han encontrado la esencia de la vida. Allí se saluda. Tienen tiempo de conversar. El pan sabe a pan. Huele a mar y a hierbas aromáticas. 


Llegamos a Galaxidi desde Katakolo. El trayecto es pesado, pero a la vez distraido. Cruzamos el mar de Patras por el nuevo e impresionante puente Rio. Pagas peaje por pasar por él, pero merece la pena. En un momento, estás en la otra orilla. 

En la carretera que llegaba hasta Galaxidi no circulaba mucho tránsito y tenía unas vistas fantásticas. Pasabas muy cerca del mar de Patras, de Fócida o de Corintio (el mar cambia de nombre según te alejas o te acercas a alguna destinación concreta).


Al contrario que en Katakolo, el paisaje era árido, seco. Veías rebaños de ovejas y cabras buscando un poco de hierba o una sombra. Las ovejas se mimetizaban con el color ocre de la tierra. Pero pese a esa sensación de tierra desértica, no lo era. Sólo que en verano toda la vegetación de hierbas y plantas se seca y se torna amarilla. En Primavera, los campos tras las lluvias y el deshielo, se vuelven verdes y parece que haya más vida. 


En un determinado momento, tras una curva, apareció Galaxidi al fondo. Como en un espejismo, un espejismo que percibes familiar. De pronto, Galaxidi nos pareció un oasis.