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02 marzo, 2014

Oporto, ciudad atlántica


Oporto es poesía. Es triste. Es alegre. Oporto suena a fado, pero también a soul y a blues.
Pese a ese aire descuidado que presentan algunas áreas de la ciudad, es un lugar muy hermoso y de gran vitalidad. Oporto, orgulloso de su pasado y de ser como es, mira a su presente de cara.


Desde luego, es una de las ciudades más bonitas de Europa. Si se restaurase todo el centro histórico, Oporto sin duda sería posiblemente la ciudad más bella de Europa, con permiso de Praga.


Ese descuido involuntario de la ciudad también es hermoso, en realidad. La causa seguramente se debe a que Oporto genera en el visitante unas sensaciones sensoriales muy fuertes porque es una ciudad para vivirla. De hecho, mi consejo sería que no dejes que te lo cuenten: vívelo.


Las cafeterías de Oporto invitan a que entres en ellas para tomar algo o simplemente para leer tranquilamente un libro. Porque Oporto aún dispone de cafeterías imprescindibles de esas "de las de antes", no cómo las de mi ciudad que se encuentra tan globalizada que todas las cafeterías parecen iguales.


Si pudiera, ahora mismo volvería a la cafetería Guarany, a la Majestic, a la Luso o a la más sencilla cafetería Progresso. A cualquiera de ellas, volvería ahora mismo sin dudarlo. Aunque seguramente, si quisiera estar tranquila, de verdad, evitaría el Café Majestic en las horas centrales del día. Siempre está lleno. 
En la cafetería Luso, nos ofrecieron un vino Oporto blanco que estaba muy bueno y lo acompañamos de unas empanadillas de camarão que estaban deliciosas.


Oporto tiene río y tiene mar y eso se nota, sobre todo en su ambiente y aroma marino. Cuando llegas a la Cais da Ribeira o a la Cais Estiva piensas que estás en plena costa, a orillas del mar o en una playa, aunque lo que realmente ves es el río Douro. La razón de que esa zona del río ya huela a mar es su cercanía al océano Atlántico.


Oporto tiene esa cualidad especial que atrae hasta con lluvia. Mientras otras ciudades con lluvia son grises y monótonas, Oporto se vuelve misteriosa y sus tejados de tejas rojizas brillan como piedras preciosas. Además, el verdín y el musgo que invade las piedras de los edificios nos cuentan historias del transcurso del tiempo, de su enigmática existencia, de la impredecible climatología, de lo cotidiano y de sus afables habitantes.


En lo más alto de una de las colinas de Oporto, muy cerca de la Estación de São Bento, en el barrio da Sé, se halla  la Catedral de la ciudad -Sé do Porto-, la Torre de la Ciudad y restos de la antigua muralla que rodeaba Oporto y la convertía en plaza inexpugnable. Desde esta colina, las vistas de Oporto son muy bonitas. No son tan espectaculares como las que se obtienen desde la terraza que corona el último piso de la Torre dos Clérigos, pero merecen la pena.


Otra recomendación sobre Oporto: cuando pases por la Estación de São Bento entra para contemplar sus azulejos. Dicen que hay más de 20.000 azulejos de cerámica -obra de José Colaço-. En ellos podrás contemplar la historia del desarrollo de los medios de transporte hasta llegar al ferrocarril. La estación, no es muy grande pero es curiosa. Son muchos los que entran sólo para contemplar sus azulejos, aunque para mí, los mejores azulejos se pueden observar mirando sencillamente algunas de las fachadas de las casas o edificios que hay por la ciudad.

2 comentarios:

Tony & Cecilia dijo...

Estuve en Oporto hace más de quince años y me decepcionó profundamente. Con todo lo que nos has contado en persona y aquí en tu blog, se ha ganado todo el derecho del mundo de tener una segunda oportunidad. Besos.

CarmeLa dijo...

Gracias por la visita.

La verdad es que no esperaba nada especial, pero la zona del río y las calles animadas de la ciudad me cautivaron. Eso sí, tienes que ir mentalizado de que la crisis económica hace mella en cualquier lugar.
Carmen