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28 marzo, 2014

Cosme Guesthouse


La decisión sobre nuestro alojamiento en Oporto la tomamos basándonos en sus buenas críticas, en su cercanía al centro histórico -está al lado de Jardim São Lázaro, la Praça da Batalha y el funicular- y por su excelente ubicación próxima al metro que nos llevaría, el último día de nuestra estancia, directamente al aeropuerto. Se halla muy cerquita de la parada de metro Campo 24 Agosto y también de la parada Heroísmo.

Como recomendación os digo que merece la pena coger el metro en Oporto. Es un transporte cómodo, limpio y con un trazado muy racional.


En un primer momento, nos desconcentró por comparación el reducido tamaño de la habitación en el Cosme Guesthouse, ya que nuestra habitación anterior, en el Eurostars Rio Douro, era realmente espaciosa.


Ciertamente, la habitación que nos correspondió en el Cosme Guesthouse no era grande, el lavabo era pequeño y la televisión minúscula, pero todo quedó compensado por la gran amabilidad, cortesía y simpatía del personal y del propio dueño. De hecho, salimos satisfechos de nuestra estancia allí. Además, las desinteresadas indicaciones que nos ofrecieron sobre Oporto nos ayudaron definitivamente en nuestro encuentro con la esencia del Oporto más genuino.


Por supuesto, nuestro primer impactó inicial se diluyó absolutamente según pasaban las horas. Al no llover durante los primeros días de nuestra estancia, estuvimos fuera de nuestra habitación prácticamente toda la jornada y finalmente llegamos a la pragmática conclusión de que no necesitábamos que el espacio fuera de dimensiones mayores.


El dueño del Cosme Guesthouse dispone de otro alojamiento en la misma calle, sólo a unos metros del Cosme: el Fine Arts Guesthouse. Si vuelvo a Oporto, posiblemente probaré el Fine Arts Guesthouse, porque he quedado satisfecha con la gerencia del establecimiento.

21 marzo, 2014

Vila Nova de Gaia


Desde Oporto, la imagen de Vila Nova de Gaia es prácticamente una constante. Los puentes invitan, en cierto modo, a que te atrevas a cruzar el Douro y le concedas una oportunidad a la desconocida Vila Nova de Gaia.

 

Nosotros atravesamos el puente de Dom Luiz I atraídos por la curiosidad que supone tener un vecino con tantas bodegas juntas, una al lado de la otra y cómo no, estando allí fuimos a visitar la bodega Ferreira y la bodega Sandeman.


En las bodegas realizan catas de Oporto. Allí descubrí que existen diferentes clases de Oporto, los más comunes son los negros y los blancos. El negro se sirve a temperatura ambiente y el blanco se sirve muy frío. Me gustó el Oporto blanco. Era suave y fresco al paladar.
Otro punto interesante para cruzar el río es ver, desde este lado, la majestuosa ciudad de Oporto. Desde Vila Nova de Gaia aparece lejana, distante, aunque sólo está a unos metros. 

14 marzo, 2014

Oporto singular

Cuando paseas por Oporto no sabes si mirar los edificios y su arquitectura o entretenerte mirando el singular adoquinado del suelo. La calzada de sus calles evidencia el esmerado y hermoso trabajo de pavimentación de la ciudad. De hecho, algunas calles de la zona de la Ribeira mantienen aún los antiguos empedrados de grandes piedras rectangulares o cuadradas.


Espero que nunca, nunca, se elimine el adoquinado y que tampoco se asfalten las calles y aceras de la ciudad. Por favor, ¡déjenlas como están! y si el adoquinado o el empedrado está en malas condiciones, ¡hagan una reconstrucción, reparación o restauración, pero no lo eliminen!.


En Oporto, los adoquines conforman dibujos de lo más imaginativos. Son elementos fundamentales que marcan la diferencia con otras ciudades europeas. La misma plaza dos Aliados no sería tan interesante sin el diseño de su pavimento o no resultaría tan agradable pasear por la rua Santa Catarina o por la rua Cedofeita.

   
 
Otra curiosidad portuguesa, la originalidad y la personalización de las fachadas de los edificios; que se embellecen con los típicos azulejos y baldosas de colores en las que predominan las composiciones en blanco y azul, pero que no son las únicas. 

Los azulejos, baldosas y mosaicos son la clave externa del enorme vitalismo portugués. Permite aislar las casas del exterior húmedo y dinamiza la ciudad llenándola de color. Sin duda alguna, resulta una clara marca de identidad y una característica genuinamente portuguesa. De la misma manera, que la arquitectura de Gaudí  lo es para la ciudad de Barcelona.

02 marzo, 2014

Oporto, ciudad atlántica


Oporto es poesía. Es triste. Es alegre. Oporto suena a fado, pero también a soul y a blues.
Pese a ese aire descuidado que presentan algunas áreas de la ciudad, es un lugar muy hermoso y de gran vitalidad. Oporto, orgulloso de su pasado y de ser como es, mira a su presente de cara.


Desde luego, es una de las ciudades más bonitas de Europa. Si se restaurase todo el centro histórico, Oporto sin duda sería posiblemente la ciudad más bella de Europa, con permiso de Praga.


Ese descuido involuntario de la ciudad también es hermoso, en realidad. La causa seguramente se debe a que Oporto genera en el visitante unas sensaciones sensoriales muy fuertes porque es una ciudad para vivirla. De hecho, mi consejo sería que no dejes que te lo cuenten: vívelo.


Las cafeterías de Oporto invitan a que entres en ellas para tomar algo o simplemente para leer tranquilamente un libro. Porque Oporto aún dispone de cafeterías imprescindibles de esas "de las de antes", no cómo las de mi ciudad que se encuentra tan globalizada que todas las cafeterías parecen iguales.


Si pudiera, ahora mismo volvería a la cafetería Guarany, a la Majestic, a la Luso o a la más sencilla cafetería Progresso. A cualquiera de ellas, volvería ahora mismo sin dudarlo. Aunque seguramente, si quisiera estar tranquila, de verdad, evitaría el Café Majestic en las horas centrales del día. Siempre está lleno. 
En la cafetería Luso, nos ofrecieron un vino Oporto blanco que estaba muy bueno y lo acompañamos de unas empanadillas de camarão que estaban deliciosas.


Oporto tiene río y tiene mar y eso se nota, sobre todo en su ambiente y aroma marino. Cuando llegas a la Cais da Ribeira o a la Cais Estiva piensas que estás en plena costa, a orillas del mar o en una playa, aunque lo que realmente ves es el río Douro. La razón de que esa zona del río ya huela a mar es su cercanía al océano Atlántico.


Oporto tiene esa cualidad especial que atrae hasta con lluvia. Mientras otras ciudades con lluvia son grises y monótonas, Oporto se vuelve misteriosa y sus tejados de tejas rojizas brillan como piedras preciosas. Además, el verdín y el musgo que invade las piedras de los edificios nos cuentan historias del transcurso del tiempo, de su enigmática existencia, de la impredecible climatología, de lo cotidiano y de sus afables habitantes.


En lo más alto de una de las colinas de Oporto, muy cerca de la Estación de São Bento, en el barrio da Sé, se halla  la Catedral de la ciudad -Sé do Porto-, la Torre de la Ciudad y restos de la antigua muralla que rodeaba Oporto y la convertía en plaza inexpugnable. Desde esta colina, las vistas de Oporto son muy bonitas. No son tan espectaculares como las que se obtienen desde la terraza que corona el último piso de la Torre dos Clérigos, pero merecen la pena.


Otra recomendación sobre Oporto: cuando pases por la Estación de São Bento entra para contemplar sus azulejos. Dicen que hay más de 20.000 azulejos de cerámica -obra de José Colaço-. En ellos podrás contemplar la historia del desarrollo de los medios de transporte hasta llegar al ferrocarril. La estación, no es muy grande pero es curiosa. Son muchos los que entran sólo para contemplar sus azulejos, aunque para mí, los mejores azulejos se pueden observar mirando sencillamente algunas de las fachadas de las casas o edificios que hay por la ciudad.