En verano, la plácida y tranquila
Denia se transforma en una localidad bulliciosa. Las calles y las
playas se llenan de visitantes y turistas. En otras épocas del año, lo habitual
es encontrar las playas y calas vacías, sólo unos cuantos se acercan hasta
ellas para dar un paseo o simplemente para hacer deporte. Esas, hasta entonces, solitarias
playas dejan de serlo en época estival.
De todas formas, tanto en invierno como
en verano Denia tiene gancho. Su frente marino, su casco viejo, su genuino aire
pescador, su castillo medieval y su fabulosa oferta gastronómica hacen de Denia
un lugar ideal para pasar unos días. Realmente vale la pena pasear por Denia,
ya sea por Las Rotas, por su puerto o por sus animadas calles.
Llegamos a Denia, en fiestas, las calles estaban cortadas y
repletas de personas paseando o sentadas en las terrazas de los bares de la calle Marqués de Campo y de la calle Loreto.
Las playas a su vez también tenían una gran animación, hasta bien entrada la noche. De hecho, el lugar dónde se estaba mejor era a orillas del mar. Una agradable brisa marina, ayudaba
a soportar mejor el fuerte calor del verano alicantino.
Desde luego, también sirve de ayuda para combatir el calor, tomar una
cerveza fresquita en una de sus múltiples terrazas.
Solamente a primera hora de la mañana, las playas de Denia aparecen desiertas. Encuentras, por el paseo de Las Rotas a los deportistas más madrugadores corriendo o en bici. A esas tempranas horas del día, las playas de Denia son un verdadero remanso de paz.
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