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17 enero, 2014

Norte de Portugal


A nuestra salida del aeropuerto de Barcelona, nos acompañó un sol radiante. En Oporto, al contrario, nos esperaba una lluvia intensa.

      

Las previsiones meteorológicas no habían errado en absoluto con sus pronósticos: "lluvia en Oporto durante toda la semana".

La lluvia, moderada o intensa, pero sin tregua, nos acompañó prácticamente durante todo el viaje por las riberas del Duero -Douro, en portugués-; solamente tuvimos dos días de pausa, dos días sin lluvia en Oporto, capital.

Nos explicaron que, en esa zona ribereña del Douro, hacía casi un mes que la lluvia no cesaba. Por esa razón, el río bajaba con fuerza y su caudal era abundante.  Era un espectaculo ver el río de esta manera y advertir la fuerza de la naturaleza.
 

En el aeropuerto alquilamos un coche para llegar a nuestro primer destino, un alojamiento en Raiva, cerca de Castelo de Paiva.

El hotel, Eurostars Rio Douro, se halla situado en uno de los márgenes del río. A nuestro destino se accedía por una complicada red de carreteras, que desde la N222 atravesaba pequeñas villas portuguesas hasta llegar al hotel.


Las escarpadas colinas que rodean el río Douro, albergan edificios de lo más variopintos. Algunos de ellos se construyen en lugares imposibles. Muchos parecen, a simple vista, que no pueden resistir la gravedad, pero siguen allí, anclados como fuertes rocas en lo alto de un acantilado.

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